El trabajo sexual, una realidad invisible basada en la desigualdad y la lucha por buscar una vida mejor

El colectivo trans se sitúa como el más vulnerable en el ejercicio de la prostitución, viéndose abocado en ocasiones al consumo de estupefacientes.

Los derechos humanos son una carta sagrada que pertenecen a las personas por el simple hecho de serlo. No se negocian ni se conceden a placer de quien ostenta el poder, si no que van aparejados a la virtud de la humanidad. El trabajo sexual es una de esas realidades en las que esos derechos básicos son erradicados de raíz en el caso de las víctimas de trata, lo que unido a los estigmas y estereotipos desemboca en incomprensión y rechazo social.

In Género es una ONG de ámbito nacional que trabaja en todas las provincias de Castilla-La Mancha con personas que ejercen la prostitución y aquellas que son víctimas de trata. Defienden sus derechos, les empoderan, les ofrecen atención socio-sanitaria, realizan labores de prevención, llevan a cabo programas de investigación y desarrollo y luchan activamente contra la trata, entre otras muchas labores. A pesar de los avances en muchas otras material, en este aspecto Miguel Ángel del Olmo, coordinador de la asociación In Género, ha señalado que no les es posible exponer datos concretos sobre la situación del trabajo sexual porque en Cuenca, como en otras provincias, supone «exponerse» para los voluntarios de la asociación y las personas a las que están ayudando.

En una provincia como la de Cuenca, muy tranquila en apariencia, la realidad de los trabajares y trabajadoras sexuales contrasta de frente. Ejemplo de ello es ese vestigio que aún hoy constituye la N-301, que en un tramo de apenas 14 kilómetros llegó a acumular hasta 8 burdeles en lo que se conocía como «la Ruta del Amor» en la que InGenero trabajó muy de cerca y que aún recuerdan como «una de las zonas más complicadas». Aunque bien es cierto que desde aquella época «la situación ha mejorado mucho», según apunta Miguel Ángel, porque «los clubes que quedan son algo residual». Con la remisión de ese tipo de locales, la alternativa la constituyen los pisos según el coordinador la ONG porque «pueden trabajar por su cuenta sin tener que depender de terceros o empresarios».

Actualmente en Cuenca hay 18 pisos a lo largo del año, lo que quiere decir que no se mantienen abiertos todos a la vez, si no que van rotando según son las necesidades. Según los datos de la ONG, el 61,17% de las personas que ejercen la prostitución lo hacen en clubes y el 37,77% en pisos. El paso de un panorama de multitud de clubes, hacia un contexto en el que de la mayoría de los burdeles ya solo quedan las ruinas y aunque hay más pisos, es menor el número de personas que allí ejercen la prostitución, Miguel Ángel califica esta evolución como «muy positiva».

En la provincia de Cuenca ejercen la prostitución mujeres cis, mujeres trans y varones. Miguel Ángel señala que, en los tres casos se trata de «maneras completamente diferentes de ejercer». Debido a la discriminación y a las dificultades a las que se enfrenta el colectivo trans, representan la facción «más vulnerable» en materia de trabajo sexual. Tanto es así que, dadas las dificultes que les toca atravesar, y que no viven en la mayoría de casos las personas normativa que ejercen la prostitución, muchas de estas personas «se ven abocadas al consumo de sustancias estupefacientes», según apunta Miguel Ángel, convirtiéndose así en un colectivo aún más vulnerable.

Las edades son otra de las cuestiones que han ido oscilando en el trabajo sexual, del Olmo refiere que mientras «hace 20 años el ratio de personas que ejercían la prostitución estaba entre los 19 y los 22 años, actualmente la mayoría de trabajadoras sexuales tienen entre 43 y 63 años». Respecto a su origen, la mayoría de trabajadoras sexuales que ejercen en Castilla-La Mancha proceden de América Latina, especialmente de República Dominicana (27,70%), Paraguay (25,5%) y Colombia (24,5%).

A pesar de los estereotipos que suelen tenerse contra las trabajadoras sexuales, la mayoría de ellas (67,55%) tienen estudios secundarios como Formación Profesional. La cuestión que las lleva a ejercer el trabajo sexual, según reporta Del Olmo es que «normalmente se trata de personas con muchas responsabilidades familiares», por lo que para ellas no existe otra salida para poder mantener al número de personas de las que les toca responsabilizarse que no sea a través de la prostitución. En este aspecto, Miguel Ángel destaca que la normativa en materia de personas migrantes es altamente compleja y que desde hace años como ONG han tenido que reivindicar el derecho a migrar o a vivir donde uno quiera «y piense que pueda tener una vida mejor».

Aunque actualmente se han diversificado las modalidades de trabajo sexual desde la prostitución y la pornografía hacia las plataformas como OnlyFans o la venta de productos íntimos, el tipo de clientes que consumen este tipo de servicios es envejecido según apunta del Olmo. Miguel Ángel sostiene que «decir lo de que los jóvenes consumen más prostitución es muy ficticio».

Este cambio intergeneracional, según el coordinador de la ONG, se ha debido en parte a las labores de concienciación, educación y prevención que organizaciones como In Género han venido desarrollando a lo largo de los años, especialmente en los centros escolares. Miguel Ángel sostiene que gracias a que estas cuestiones se trabaja en los colegios e institutos se están creando generaciones «educadas, formadas y responsables» que observan la cuestión del trabajo sexual desde un punto de vista «crítico pero en línea con la realidad», sin «romanizar las soluciones».