El Santo Entierro que Cuenca le debía a Cristo

La última de las procesiones del Viernes Santo se desarrolló solemne, austera y silenciosa, permitiendo a los cargos elegidos en 2019 participar por primera vez en el desfile

Una de las llagas morales más profundas de las que dejaron los daños colaterales de la pandemia fue la de las limitaciones y restricciones al deber misericordioso, y necesidad humana, de dar sepultura a los muertos. Aquellos velatorios de aforos mínimos y exequias casi clandestinas que alargaron y trocearon los duelos y exiliaron los pésames al otro lado de las pantallas. Cristo, que según la Epístola a los Hebreos fue «igual en todo a los hombres excepto en el pecado», también se quedó sin su entierro público, justo y solemne de cada año en Cuenca. Esta Semana Santa de 2022 que tantas cuentas pendientes está saldando ha pagado también esa factura. El intenso Viernes Santo se ha completado con el desfile de la despedida colectiva: sencillo, ceremonial y silencioso. 

El cortejo empezó sobre las 21:30 horas, treinta minutos más tarde de lo inicialmente previsto debido al retraso acumulado en la procesión anterior, En El Calvario. Efecto dominó en una jornada donde cada pieza del engranaje está íntimamente relacionada como los demás. La demora no disuadió al numeroso público que aguardaba en la Plaza Mayor, al contrario, sirvió para aumentar el número de espectadores, entre los que se mezclaban perfiles muy distintos: turistas, semanasanteros en modo nonsptop, algunos que pasaban por allí y conquenses que venían del Santuario de Las Angustias. 

Como es tradicional, participaron en la cita guiones, estandartes y cetros del resto de las hermandades de la Semana Santa de Cuenca. Generalizada adhesión pero no estaba las 33, menos en el momento de salida del templo. De Domingo de Ramos a Sábado Santo, permitiendo de un vistazo y entre bordados meditar un balance anticipado, y quizá precipitado, de estos intensos días que se van superando. Desde los primeros metros estuvo también representada La Exaltación y poco a poco se fueron sumando otras hermandades de En El Calvario, que habían terminado su procesión o estaban en ello, como el Cristo de la Agonía, Descendimiento y Las Angustias. Curioso observar la huella que han dejado estos excepcionales años en los pequeños detalles: como es brazaletes de «hermano mayor 2020-22» o los que todavía conservaban los guarismos 2019. 

También desfilaron alrededor de dos centenares de nazarenos de otras hermandades de Cuenca, cada uno con su propio hábito, dibujando una estampa multicolor en un día marcado por el luto.

Ágil y enérgica

El primer paso que emergió de la Catedral fue el de la Cruz Desnuda. La hermandad, pequeña y familiar, es una de las que más porcentaje de sus inscritos salga en profesión. Como dicen los expertos en redes sociales, tiene una elevada ratio de engagement. El alegórico y simbólico conjunto avanzó con su estilo característico: ágil y enérgico con su sistólica música de horquilla. Este año supo mantener sus señas de identidad, pero a la vez lograr que fuera elegantemente comedido. 

Tras ellos desfilaban los Caballeros de Cuenca. Exactamente una quincena de miembros, incluyendo savia nueva de las incorporaciones juveniles. Su presencia es una conexión con la historia de una tierra cuya identidad se forjó en el cristianismo. 

Cristo Yacente fue recibido por la Banda Municipal de Cuenca con el himno nacional, con honores de jefe de Estado. Entre velones de parafina, ha impresionado como siempre la figura tallada por Marco Pérez en la mejor tradición de los imagineros de Castilla.

A continuación salió del templo catedralicio la Virgen, nuestra tercera Soledad en dos días. Nuestra Señora de la Soledad y la Cruz, por denominación exacta. La precedieron las Damas de la Congregación, la demostración de que la tristeza también es elegante, y en las que también se respiran aires de renuevo.

Y, tras la imagen mariana, la representación de autoridades eclesiásticas, civiles y militares. Desde las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2019 no se habían vuelto a celebrar procesiones de Semana Santa, por lo que para los cargos derivados de esos comicios era su primera experiencia de este tipo. 

Cargos y dignidades

El primero en abrir este capítulo de cargos y dignidades fue Gonzalo Marín, párroco de El Salvador, además de canónigo. A pocos metros caminaba el obispo, José María Yanguas, y el deán de la Catedral, José Antonio Fernández. Y después el presidente de la Junta de Cofradías, Jorge Sánchez Albendea, con varios miembros de su Comisión Ejecutiva y los representantes de las hermandades en la institución nazarena.

Entre maceros, el alcalde encabezó una completa representación del Ayuntamiento sin apenas ausencias. Estuvieron concejales de PSOE, Cuenca Nos Une, PP y Ciudadanos. El único grupo de la Corporación que no acudió fue Cuenca, En Marcha! (Podemos-Equo).

Por la Diputación Provincial, entre mazas también, el presidente, Álvaro Martínez Chana, era la cabeza visible de una representación en la que no faltó el presidente del Grupo Popular en el organismo, Cayetano J. Solana. 

José Luis Martínez Guijarro, vicepresidente del Gobierno de Castilla-La Mancha, encarnaba a la Junta junto a María Ángeles Martínez, delegada provincial. A tiempo para la cita ha llegado la nueva subdelegada del Gobierno en la provincia de Cuenca, Mari Luz Fernández.

El vicerrector del Campus de Cuenca, Cultura, Deporte y Responsabilidad Social de la UCLM, César Sánchez, nunca llegó a salir en la procesión como concejal, pero sí lo ha podido hacer en su nueva responsabilidad. Del parlamento autonómico el único representante ha sido el popular Benjamín Prieto mientras que del nacional se ha contado con la presencia de Inés Cañizares Pacheco, diputada en de VOX el Congreso por Toledo, pero con orígenes en la provincia de Cuenca. 

Uniformados con la indumentaria de sus respectivos cuerpos, con casi marcial desfilar han participado el subdelegado de Defensa en Cuenca, Fernando Antón; el inspector jefe de la Comisaría de la Policía Nacional; Francisco Sánchez; el jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, Fernando Montes; y el jefe de la Policía Local de Cuenca, José Vidal Tejeda. 

Tan nutrido concierto avanzó en un silencio que se impuso casi siempre de manera natural, sin chisteos, por un Casco Antiguo donde no faltaban espectadores, a pesar del extenuante esfuerzo de las horas previas. Cuando no se oía ni música, era elocuente el registro creado: se podía oír el lento roce de tulipas y cetros contra el pavimento o, incluso, el eco de una mañana repleta de sonidos. La Banda de Cuenca escogió un repertorio con piezas como Banceros de la Pasión y Las Cruces de la Merced, esta última de Aurelio Fernández-Cabrera, otrora director de la banda conquense y que para esta noche preparaba composiciones como adaptaciones de marchas fúnebres de grandes compositores. 

En San Felipe Neri, el Coro del Conservatorio cantaba el Miserere para Cruz Desanuda y Yacente y Stabat Mater para la Madre. Tres veces había pasado ya la agrupación por la escalinata. 

Los que empalmaron una procesión tras otra eran los miembros de la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradía, con rostros que reflejaban ya el agotamiento. Este sábado descansarán. Sus redobles con el ritmo de Las Turbas (que todavía aguardaba como un eco en muchos tímpanos) y marchas como Caridad del Guadalquivir y El Sacramento de Nuestra Fe fueron su manera de ir abriendo procesión.

Esta superó Calderón y giró por la calle del Agua para llegar a Los Tintes. Muchísima gente en las Escaleras del Gallo, dispuesta a llevarse en la retina o en el móvil la belleza de la impresionante talla, siempre mejor en plano cenital. Hubo algunas nubes grises antes del comienzo, pero pronto se alejaron y no hubo que recurrir al nuevo protocolo de lluvia que se había preparado. Al contrario, cuando anocheció el cielo se inundó de un intenso azul oscuro, que recordaba a esa súbita lucidez de los moribundos antes de que concluya su agonía.

Sistema de vallas en el final

El final de la procesión, que siempre genera mucha expectación, se organizó este año con un sistema de vallas para que se colocara el público al otro lado y así tuvieran un espacio reservado los portadores de guiones y estandartes y no se invadiera ni su ámbito ni quedasen con demasiadas estrechuras los pasos. Cuando iba a llegar el desfile hubo que mover las vallas ligeramente para que esa misión se cumpliera con más eficacia, una maniobra que se resolvió rápida y con colaboración generalizada de buen grado. También les tocó a los responsables de la Congregación jugar al Tetris hasta encajar a todos los portainsignias invitados, pero lo consiguieron.

A la llegada a la Plaza el Coro Alonso Lobo fue interpretando piezas de polifonía religiosa compuesta por su director, Luis Carlos Ortiz, para cada uno de los pasos. Una sublime manera de orar en una procesión muy adecuada para ello, donde quizá sobren modos y sonidos completamente intercambiables con otros días como el Martes o Jueves Santo. La banda de trompetas y tambores tocó el himno nacional para el Yacente y una hermosa marcha para la Soledad. Hijo y Madre accedieron a El Salvador mientras que la Cruz quedó a un lado para seguir a San Andrés. 

El final arrastró el retraso inicial y se fue alrededor de la una menos diez de la madrugada. Punto de destino de casi 20 horas ininterrumpidas de procesiones.

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