El Perdón: cuando una procesión es una réplica casi a escala 1:1 de la sociedad conquense

Multitudinaria participación en el desfile del Martes Santo, ágil especialmente en su tramo final y repleto de mimos sensoriales

Amigos, hijos, nietos, sobrinos, primos segundos por parte de padre y terceros por vía materna. Vecinos, compañeros de instituto, parejas de baile, subordinados, jefes, colegas del fútbol y discípulos de Pilates. Enemigos, clientes, ligues, morosos y benefactores. Raro, muy raro, era el conquense que no tenía este Martes Santo al menos un contacto directo participando en la procesión de El Perdón. Lo raro, de hecho, es que tuviera solo uno. Miles de tulipas se fueron hilvanando -y nunca mejor dicho porque los cortes han sido escasos y pequeños- a través de las cinco hermandades en una participación masiva, a contar por varios millares. El desfile ha vuelto a ser una réplica itinerante, multicromática y fervorosa de la sociedad conquense casi a escala 1:1. 

La multitudinaria presencia en las filas fue una constante durante prácticamente todo el itinerario pero llegó al paroxismo en la subida, cuando la luz diurna y una meteorología algo más suave que la que se pronosticaba para la noche propició que muchos niños se concentrasen en ese tramo. Los hubo que apenas llegaban los dos o tres meses y vivían su bautizo nazareno, algunos en mochila y otros en los discutidos carros. Púberes, de Infantil y de Primaria, con capuz, sin él, engullendo las chucherías repartidas por cereros y hermanos mayores o con el rictus muy serio imitando la silueta del santo acompañado o marcando el ritmo de las horquillas con su crucecita. Y una completa colección de samaritanas, pequeños sanjuanes y medinacelis que enriquecieron la puesta en escena y renovaron una tradición que mantiene plena vigencia.

A pesar de que las cofradías tuvieron que gestionar esas multitudes -especialmente la Esclavitud, que dobló filas en varias ocasiones-, el ascenso resultó otra vez muy ágil. Tras los dos ediciones de prueba, la procesión consolidaba este año el horario adelantado a las siete de la tarde para el comienzo y la salida simultánea de San Juan Bautista desde El Salvador y de Jesús de Medinaceli desde San Felipe Neri, con el segundo encabezando la subida  por delante incluso de la Cruz de Guía y de la Banda de Trompetas y Tambores. El paso que fue avanzadilla -creado en 1971 por Luis Marco Pérez- incorporaba este año iluminación natural y presentó un adorno floral integrado por rosas ocean song, clavel morado, statice lila, lisianthus blanco jaspeado en morado y eryngium.

Estuvo en todo momento acompañado por la Banda Municipal de Cuenca, que en la primera parte le precedió -lo que también evitó demoras y además ofreció una interesante persepectiva sonora- y en la segunda ya caminó detrás de él con un repertorio con mucho autor conquense o de marchas muy asentadas entre el público local. 

Recuerdo a Cristina y a Herminio Carrillo

San Juan Bautista tuvo de compañero de viaje musical a la Banda de Trompetas y Tambores, a la que entregó un corbatín de reconocimiento al llegar a la Plaza Mayor, cuando recibió un tributo sonoro. Horas más tarde la misma agrupación le dedicaría otro por la Puerta de Valencia, al despedirse. También sonaron para el Precursor que tallase Marco Pérez las trompetas heráldicas, esta vez con poso de marcha fúnebre. Un crespón negro recordaba a Herminio Carrillo, el músico y folklorista que recuperó el sonido de estos instrumentos y también los tocó.

También se miraba al cielo con otro detalle, con dos rosas blancas prendidas a uno de los grupos de forja de un paso que tradicionalmente no lleva exorno floral. Este 4 de abril se cumplía un año del asesinato de Cristina a manos de su expareja en Nohales. La víctima estaba muy vinculada con varios directivos de la hermandad, que quiso recordarla a ella y a todas las víctimas de la víctimas de la violencia de género (también la hermandad del Cristo de la Luz entregaría un ramo de flores a sus familiares). Detrás de la imagen caminaba un penitente portando una cruz a cuestas, acatando literalmente el mandato evangélico de «Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y que me siga». 

De El Salvador, entre las notas de la la marcha que le dedicase Fernando Ugeda, salió también Santa María Magdalena. La composición la interpretó la banda de Las Mesas, quien le acompañó en la salida y que estuvo dirigida por primera vez un Martes Santo por Eusebio Galindo, responsable de la agrupación desde abril del año pasado tras la excedencia del propio Ugeda. A pesar del relevo se mantuvieron las señas de identidad: musicalidad vibrante y comunión con las hermandades.

La femenina imagen -cuya autoría el estudioso Julián Recuenco ha atribuido recientemente con mayor rotundidad a Francisco Navarro Soriano, del taller de José Rabasa- estrenó mantolin de brocado color morado avinagrado con dibujos florales en plata realizado por Taller de Bordado en Oro San Julián, premio Gólgota de Bellas Artes 2023. Una donación de su camarera, Aurora Garrote, quien la vistió con un traje rosa claro compuesto por la falda diseñada y bordada por Eduardo Ladrón de Guevara y el corpiño diseñado y bordado por el ya mencionado Taller San Julián. Los pendientes eran de oro amarillo y amatista. Un conjunto que funció especialmente bien en las horas nocturnas entre la tenue pero precisa luz de las velas.

Más cirios para La Esperanza

El paso de El Bautista y La Magdalena por el peso lo secundó María Santísima de la Esperanza, que salió de San Andrés, donde a lo largo de toda la jornada pudo ser visitada por los fieles. Un desmayo -a priori sin mayores consecuencias- en el interior del antiguo templo obligó a la intervención de la Cruz Roja. También sería necesaria luego otra evacuación en la Anteplaza.

La Madre del Martes Santo fue recibida, como ya es costumbre, por las voces del Coro de la Catedral. En su cuidada ornamentación combinó otro año flor natural con flor de cera. Además, aumentó en ocho el número de cirios de su candeleria delantera, en transición al nuevo diseño de la iluminación que ya se prepara. El vestidor, Rafael Murgui, destacaba que se había elegido el manto de salida, el de Carrasquilla, que cumplía 25 años. También que vestía su saya de salida (Bordado en Oro San Julián) y un fajín en bordado en oro calado sobre malla realizado en Sevilla. Estaba ataviada igualmente, entre otros detalles, con la medalla de los Agentes Comerciales y de la Policía Nacional, que la escoltó. «Qué guapa estaba la Virgen, ¿verdad?», preguntarían aseverando muchas madres, como reflejó Carlos Julián Martínez Soria en su pregón del Viernes de Dolores. 

A la subida, ya por la calle Alfonso VIII,  hubo algunos cortes en las numerosísimas filas, bien porque uno de los flancos quedó descompensado frente a otros o por cortes en el espacio para la música. La acción organizada de hermanos mayores y otros responsables procesionales y la buena voluntad de los cofrades remedió esa distorsión. 

Desfiló la madre, obra de la gubia de Leonardo Martínez Bueno, al son de las marchas de la Asociación Musical Moteña, que traía como nuevas partituras las de ‘Madre, tu Dulce Nombre’ (Antonio David Rodríguez), ‘Sé siempre nuestra Esperanza (Rubén Jordán) y ‘Madrugá Macarena’ (Paco Ojeda). También sonaron para Ella piezas como ‘Esperanza nuestra’ o ‘Caridad del Guadalquivir’.

Confederación Hidrográfica del Jordán

Tanto el río andaluz como el castellano -y valenciano- Júcar dependían en este Martes de la Confederación Hidrográfica del Jordán. Allí desembocaban las miradas, en esa «concha suspendia al aire del silencio» como la definiría Martínez Soria también en su pregón. En el paso de El Bautismo, que se unió al cortejo desde la iglesia de San Pedro y llegó a la Plaza Mayor bajo una lluvia de pétalos. Una acción que ya se ejecutó el año pasado y responde a la iniciativa de Eduardo Ortega en recuerdo de su madre, Tere García.

La incorporación de las esculturas de Dubé de Luque a la procesión se produjo a los sones de Bautizando a Jesús, marcha de Ugeda que incluye un motete que hasta ahora nunca se había interpretado en procesión. El Coro del Conservatorio lo hizo por primera vez en este 4 de abril desde la escalinata de San Felipe Neri. La banda de Las Mesas lo venía tocando y, sin dejar de sonar la percusión, se integraron las voces del coro para que, sin interrupción alguna, los instrumentos otra vez tomaran el relevo. Y mientras, esos otros artistas que son los banceros, no dejaron de mecer el conjunto.

Los portadores también trazaron de una las Curvas de la Audiencia mientras sonaba, como ya lo hiciera en 2022, ‘Toque, marcha y Salve para la Procesión de El Perdón’, de López Calvo. Otros de esos versos visuales y musicales de una noche que fue poema.

Poema y oración, como las que en el descenso se musitaban ante Jesús de Medinaceli. «¿Te imaginas lo que tuvo que sufrir con esa corona de Espinas?», se preguntaban unos niños, audibles ante el mayoritario silencio. «A Jesús lo quiere toda la ciudad», replicaba otro. Y, aunque hablar de absolutos siempre es equivocarse, lo cierto es que lo quieren mucho. Como esos penitentes -esas penitentes- que con el capuz sin armar conmueven en sí mismas, como un paso viviente, real, de muletas y pies descalzos, de dolor observado, de sacrificios que nunca se sabrán, de promesas y gratitudes.

Música y rezos, horquillas enérgicas o mudas constituyeron el relato de un descenso que se había iniciado poco después de las noche y que se ganó las medallas a la puntualidad y a la compactibilidad, valga el palabro. No eran procesiones que coincidían, era una única procesión con cinco hermandades. Una hora y veinte minutos de discurrir de procesión a la altura de Palafox desde la Cruz de Guía hasta el cierre de la Esperanza.

La presidencia institucional la encarnó, por el Ayuntamiento, la concejala Asunción Moriana. Por la Junta de Cofradías lo hizo Javier Viñuelas, representante de Las Turbas. Por primera vez un dirigente de esta organización ocupaba este lugar, una novedad que responde a la reciente integración en la máxima institución nazarena.

Rebajando el ‘pero’

El eje Calderón de la Barca-Carretería presentó mucho público, atraido por la relativa temprana hora de paso (sobre las once). En realidad lo hizo prácticamente todo el trayecto desde la Plaza Mayor. A la subida hubo bastantes más claros, claro, porque al final la población de la ciudad en estos días aún laborables son como esas habas que se cuentan, y las filas se nutren necesarimante de balcones y aceras.

La llegada a la parte llana, además de otro hito de exigencia para los banceros, sí que se tradujo en mayores deserciones en las filas. Las hermandades respondieron bien al temido efecto acordeón y se acompasaron sin trauma si bien comenzaron algunos solapamientos de las bandas.

Y, salvo un pequeño desierto demográfico en parte de Aguirre y Las Torres, otra vez el gentío se agolpó por la Puerta de Valencia y aledaños para ver los guiños finales de las Bandas de Trompetas y Tambores. O a San Juan subiendo al son de la marcha de Nicolás Cabañas -homónima, pero para el otro San Juan- intepretada por la banda de Las Mesas, que le acompañó en este tramo.

Los metros finales fueron un ímpetu renovado. Jesús de Medinaceli llegaba sobre las dos a San Felipe, unos quince minutos antes que el año pasado. El 2022 uno de los escasos ‘peros’ de los balances fueron los tiempos excesivos de algunos desfiles y sus demoras. De momento, en este 2023 se han mejorado en todos los casos, aunque por márgenes que no superan los veinte minutos, en lo que se va atisbando como tendencia.

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