“Siempre digo: mejor que no me veáis por este pueblo”. Patricia Ortiz trabaja desde hace casi dos décadas en el equipo de servicios sociales de atención primaria del Ayuntamiento de Villalba de la Sierra, que también atiende a las zonas de Villar de Olalla y Sotorribas. Una labor que describe como “nada agradable, nada agradecida y completamente invisible, porque ha de serlo”, que fue galardonada la semana pasada en los ‘Menina 2022’, unos premios que reconocen la lucha en contra de la violencia de género y en favor de la igualdad entre mujeres y hombres.
La educadora manifiesta que le “vino de sorpresa” pero lo ha recibido con “emoción”. Una alegría que se ha contagiado a su trabajo y le ha insuflado un nuevo impulso: “Nosotros tenemos un código deontológico que no nos permite hablar a nadie de nadie. Son temas muy personales, muy duros, muy difíciles, y bueno, pues nunca es visible. Este reconocimiento para mí es algo muy muy grande, porque se me reconoce por una vez”.
Patricia atiende a veinticinco municipios más todas sus pedanías y aborda diversos temas que afectan a una población muy variada, desde personas mayores a colectivos con discapacidad. Aunque el ámbito que principalmente le ocupa es el de la infancia y la familia, con la prevención como principal herramienta. “Se trabajan muchísimos aspectos, desde problemas de convivencia, problemas de administración económica, de cuidado con los menores, el tema de la higiene, de la dedicación del tiempo libre a los hijos, de la parentalidad positiva”, detalla la profesional.
Un gran abanico de problemas que no se limitan a las acciones asistenciales con las mujeres víctimas y a sus hijos e hijas menores, aunque éstas sean una de sus labores principales. El servicio de Patricia es “la puerta de entrada” con la población, que le da acceso al resto de recursos sanitarios y educativos, además del contacto con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o con las unidades VioGen.
En los casos de violencia contra la mujer, recuerda que “los niños también son declarados víctimas de género” e indica que “tenemos que apoyar a esa madre para que también sea a su vez protectora de esos niños”. Situaciones de gran urgencia y peligrosidad, en las que entra en juego el bienestar de los menores, que pone como ejemplo de atención en la que “hace falta más apoyo”.
Patricia afirma que la prevención, la visibilización, la no tolerancia de la violencia y que se hable del feminismo, “está dando resultado, a muy largo plazo, pero sí se va viendo”. “Yo desde que empecé a trabajar aquí, yo no veía casos de violencia hacia la mujer y ahora sí que estoy viendo de una manera muy intensa, además en los últimos cinco años. De hecho este mes nos han saltado dos como muy de golpe” narra la profesional, que lo achaca a que “ahora hay menos dificultad en decir lo que a uno le pasa, en verbalizarlo, en denunciarlo, en buscar apoyos”. Y concluye: “hay menos dificultad, dentro de la dificultad que supone para una persona salir de ese círculo de violencia”.
En lo tocante al desarrollo de esta labor en una de las zonas más despobladas de España, describe entre los problemas específicos la cultura tradicional arraigada, la población muy envejecida y la dificultad para acceder al transporte: “es muy limitante porque el acceso a los recursos que normalmente los tenemos en Cuenca es algo más complicado”. Como nota positiva, remarca que “en los pueblos hay mucho apoyo entre las familias, entre los vecinos”.
Una lucha contra la lacra de la violencia de género que Patricia ejerce con todas las herramientas a su alcance. A través de los fondos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género ha impulsado diversas actividades culturales y formativas: “he llevado actuaciones teatrales para niños, adolescentes y adultos, se han hecho talleres de concienciación, se ha comprado material publicitario, libros, muchísimos libros, se han comprado juegos para la ludoteca”. Una muestra más de ese esfuerzo diario en prevención, apoyo y acompañamiento, siempre en la sombra, que por fin se ve reconocido.