De Azuqueca de Henares a Enguídanos, el trayecto de Sara para repoblar la provincia de Cuenca

Usuarios del programa 'Arraigo' aceptan hacer el camino inverso, de la ciudad al pueblo, con el fin de hacer frente a la despoblación

Podría ser el guión perfecto para una película, pero es la realidad que vive el medio rural de nuestro país. La repoblación de los pueblos es desde hace años, el mayor quebradero de cabeza de las zonas más depobladas. En la provincia de Cuenca, una veinta de personas se han instalado en ella con el objetivo de revertir la situación demográfica que sufren muchos municipios. Vecinos de grandes núcleos poblacionales que llegan a los pueblos en busca de una oportunidad. Una situación contraria a la que socialmente se asume como ‘lo normal’.

Con una población escasa y envejecida, muchas localidades luchan con todas sus esperanzas por mejorar sus comunicaciones para facilitar la atracción de nuevos vecinos. El teletrabajo supone toda una ventana de oportunidades para combatir esta dificultad que azota gravemente en diferentes zonas de la provincia de Cuenca, pero también de otras como Teruel, Zamora o Soria. Si bien son zonas donde la agricultura es el principal motor económico, existen muchos otros estímulos que motivan a los usuarios del Proyecto Arraigo a dar el primer paso.

Sara Peñalver es de Azuqueca de Henares (Guadalajara), cuya población supera los 34.000 vecinos y se sitúa en la periferia de Madrid. Motivo suficiente por el que decidió acogerse a este programa público y emprender su viaje a la zona rural de la provincia de Cuenca. Donde ahora se siente cómoda con la decisión tomada y feliz por la acogida de sus nuevos vecinos, los enguidanenses.

«Quería cambiar de aires y salir de mi zona de confort, busqué algo que me atrayera y en el mundo rural, por mi experiencia de cuando veraneaba en un pueblo cuando era pequeña, encontré esta alternativa», señala la guadalajareña. Quien señala que le fue muy importante tener claro hacia dónde quería llevar la vela de su nueva vida: «Sabía a lo que me podría enfrentar en un pueblo pequeño, vengo de un sitio mucho más grande, pero yo quería esto y el cambio me ha venido muy bien. Yo quería estar en un lugar donde me sonaran todas las caras».

Sara Peñalver, en Enguídanos, rodeada de sus amistades.

Aterrizar en un sitio nuevo siempre supone asumir una serie de riesgos, al menos durante los primeros compases de la mudanza. No conocer a sus nuevos vecinos fue una dificultad que pronto se desvaneció, después de siete meses en Enguídanos, ha encontrado «lo que buscaba y lo que me gustaba», señala.

«Me llamaron para venir a aquí porque había una oferta de trabajo que se ajustaba a mi perfil laboral, cuando me apunté a Arraigo no tenía ningún tipo de preferencia por las zonas, miré donde estaba Enguídanos y recordé que había estado hacía unos años porque estuve en las Chorreras de Cabriel, fue entonces cuando me decidí a venir», explica Sara Peñalver, que además hace un balance «muy positivo porque me siento más agusto y cada vez siento más sensación de hogar porque los vecinos me han recibido muy familiarmente y se han preocupado por conocerme y acercarse amí. Me he sentido muy arropada desde el principio».

Usuarios del programa 'Arraigo' aceptan hacer el camino a la inversa, de la ciudad al pueblo, con el fin de hacer frente a la despoblación
Sara Peñalver, a la derecha, junto a una amiga en la popular fiesta del Keltiber, en Enguídanos.

La usuaria del proyecto Arraigo, que coordina la Diputación de Cuenca, señala además que las herramientas que ha encontrado en este plan público han sido fundamentales para su apuesta de futuro, ya que «de manera individual es difícil buscar una vida en el pueblo, no hubiera sabido por donde empezar. Al final ellos son los intermediarios entre el pueblo y tú», algo fundamental para ella porque «contribuye a que muchas personas como yo conozcamos cómo se vive en los pueblos y decidamos finalmente si nos quedamos en ellos después de la experiencia que estamos viendo».

Junto a ella, otras dos familias se han sumado al reto de fortalecer la demografía local. Una ha venido con un bebé y otra tiene dos hijas que van a la Ludoteca donde Sara les imparte la lección. «Una de ellas ya está escolarizada en el Colegio, algo que le viene muy bien a la localidad porque ya hay una alumna más en el centro», indica Peñalver, quien además señala que «uno de los servicios imprescindibles que hacen que un pueblo siga hacia delante es que tenga colegio, porque hace que pueda haber familias y, por lo tanto, juventud».

A día de hoy, Sara reconoce que en estos siete meses sus raíces en Enguídanos gozan de muy buena salud. Su círculo de amigos ha hecho que valore un futuro ligado a la zona rural de la provincia de Cuenca.