Cuando los días se acortan y el aire se vuelve más claro, Cuenca se transforma en un territorio propicio para la intimidad. Entre hoces, lagunas, viñas y monasterios, la provincia ofrece rincones donde el tiempo parece detenerse. No se trata solo de ver lugares: es la experiencia de recorrer juntos un paisaje que invita al silencio compartido, a la conversación sin prisa y al redescubrimiento de lo sencillo. Seis propuestas para una escapada romántica en otoño.
🏰 Alarcón: la villa suspendida sobre el Júcar
Encajado en un meandro del río, Alarcón es uno de los conjuntos medievales más bellos de España, como atestigua su presencia recurrente en los rankings de pueblos más bonitos. Su castillo, hoy Parador Nacional, domina la hoz y sus murallas guardan siglos de historia. Declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1981, la villa conserva iglesias, portillos y calles que parecen hechas para pasear de la mano al atardecer. A última hora del día, la piedra se vuelve dorada y el río refleja la luz del ocaso.
Plan romántico: Visita a la iglesia de San Juan Bautista —con las pinturas murales contemporáneas del pintor Jesús Mateo—, paseo por la muralla y cena con vistas a la fortaleza.
⛪ Uclés: claustro, silencio y piedra dorada
El Monasterio de Santiago de Uclés, conocido como “el Escorial de La Mancha”, fue durante siglos la casa madre de la Orden de Santiago. Su arquitectura —renacentista y herreriana— impone serenidad, y su claustro invitan al recogimiento. En otoño, la luz baja se filtra entre los arcos y tiñe de miel las losas del patio. Uclés, a unos 75 kilómetros de Cuenca y a 103 de Madrid, es ideal para un día de historia y contemplación.
Plan romántico: Visita guiada al Monasterio por la mañana, comida en la plaza y paseo por los miradores que dominan la llanura manchega. Alguno de los miradores del imponente conjunto es el lugar perfecto para quedarse en silencio juntos.
🌊 Uña: la laguna que refleja el cielo
Rodeada de paredones calizos y pinares, la Laguna de Uña es uno de los paisajes más evocadores de la Serranía de Cuenca. El agua quieta refleja el vuelo de las garzas y las nubes de otoño, creando una atmósfera suspendida. El pueblo, a solo 36 kilómetros de la capital, ofrece un turismo sereno, entre rutas señalizadas como el Escalerón y la Raya y casas rurales con chimenea.
Plan romántico: Paseo matinal junto a la laguna, comida en el pueblo y tarde tranquila viendo caer la luz desde algunos de los mirador de la Muela de la Madera. Conviene abrigarse: las temperaturas pueden descender bruscamente al atardecer.
🌾 Landete: la calma de la Serranía Baja
En la zona de transición entre Cuenca y Valencia, Landete conserva el sabor rural de la Serranía Baja. Sus calles estrechas, la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción y las huertas de nogales conforman un paisaje de transición entre sierra y meseta. El otoño viste las viñas de ocre y convierte el entorno en una postal silenciosa. Es un buen punto de partida o destino para acceder a enclaves cercanos e interesantes como el Santuario de la Virgen de Tejeda en Garaballa o la villa medieval de Moya.
Plan romántico: Recorrer los paisajes serranos, visitar la bodega Altolandon, y cenar junto al fuego en un alojamiento rural. A unos 100 kilómetros de Cuenca y 136 de la capital valenciano, es un refugio perfecto para un fin de semana sin relojes.
🕍 Villaescusa de Haro: erudición y piedra iluminada
Villaescusa de Haro fue en el siglo XVI un foco de cultura y humanismo. Declarada Conjunto Histórico-Artístico, conserva la Iglesia de San Pedro Apóstol con su bellísima Capilla de la Asunción, obra cumbre del gótico isabelino. Destacan también otros hitos patrimoniales como la universidad «non nata», el antiguo convento de los Dominicos y el Palacio de los Ramírez. La piedra las fachadas adquiere tonos miel al atardecer, y el silencio de sus plazas invita a pasear sin destino. La villa, situada a unos 90 kilómetros de Cuenca y muy cerca de Belmonte (apenas siete minutos en coche), combina historia y sosiego.
Plan romántico: Recorrido cultural por la mañana, comida tradicional y paseo por el paisaje manchego. Los visitantes tendrán la sensación de haber detenido el tiempo.
🌲 Huerta del Marquesado: chimeneas, agua y aire puro
Entre montañas y pinares, Huerta del Marquesado (1.400 m de altitud) representa la Serranía más hermosa. El otoño aquí llega antes: los chopos se tiñen de amarillo, el humo de las chimeneas perfuma el aire y las calles empedradas huelen a leña. Es el gran pueblo-paisaje dedicado al agua: con su museo, su batán y la cercana Laguna del Marquesado.
Plan romántico: recorrer el entorno del río, visitar buscar níscalos y boletus por los alrededores -esta es una zonas seteras por excelencia de la geografía conquense- y disfrutar de la reconocida gastronomía del multipremiado restaurante Fuentelgato. Y abrigarse para un paseo entre estrellas: en las noches despejadas, el cielo es tan limpio que parece cercano.
Una forma de estar
Más que una estación, el otoño en Cuenca es una forma de estar. El paisaje invita a la pausa y a la conversación; los pueblos, a la cercanía. La luz es más lenta, las distancias parecen más cortas y los días se llenan de rituales sencillos: caminar por una muralla, mirar un reflejo en la laguna, encender una chimenea o escuchar el silencio de una iglesia vacía.
En Cuenca, el romanticismo no se busca: se encuentra en cada piedra mojada, en cada curva del río o en el sonido de las hojas que crujen bajo los pies. El viaje termina, pero el eco del otoño permanece un poco más.














