Ciega y sorda: María Jesús Cañamares o cómo convivir con una doble discapacidad desde la adolescencia

Natural de Jábaga, esta conquense es ciega desde el nacimiento, pero los efectos secundarios de una vacuna de la gripe le provocó una paulatina sordera.

La sordoceguera es una discapacidad que surge como consecuencia de la combinación en una misma persona de una deficiencia visual y una deficiencia auditiva. Genera problemas específicos de comunicación y de acceso a la información y conlleva necesidades especiales. Afecta gravemente las habilidades diarias necesarias para una vida mínimamente autónoma, requiere servicios especializados, personal específicamente formado para su atención y métodos especiales de comunicación. Por eso, este viernes celebran su día.

María Jesús Cañamares, de 62 años y natural de Jábaga, tiene esta doble discapacidad. Nació ciega, pero los efectos secundarios de una vacuna de la gripe le provocó una paulatina sordera, a ella y a otras dos compañeras de clase más. Cuenta a este periódico que durante su infancia se aburría «porque no podía hacer nada, no podía ni leer ni escribir». A los seis años, cuando nació su hermana, se mudaron a Santo Domingo de Moya por el traslado del puesto de trabajo de su padre y estuvo hasta los nueve años «porque mis padres no querían separarse de mi ni».

Cañamares sostiene que se fue a vivir hasta los 12 años a un colegio especial para personas ciegas en Valencia gestionado por las monjas franciscanas. Allí, cuenta que a todas las alumnas les pusieron una vacuna «supuestamente contra la gripe», pero que debió llevar algo que les produjera alergia y dejó sorda a tres chicas. «Éramos unas crías y no decíamos nada y lo dejamos pasar. Al ver que éramos tres y para no unirnos y denunciar, nos trasladaron a cada una a un colegio de la ONCE en diferentes sitios», manifiesta la conquense.

A los 18 años no se pudo quedar en el colegio y no se graduó, por lo que tuvo que volver al pueblo con sus padres, ya que desde la ONCE solo le ofrecieron vender cupones «y ni yo ni mis padres queríamos». «Me vi sola en ese momento», destaca Cañamares. Cuenta que en Santo Domingo de Moya se vio «completamente aislada, porque me daba vergüenza decir que llevaba audífonos», aunque reconoce que en ese momento tenía «unas amigas buenísimas que me obligaban casi a salir». Sin embargo, cuando no estaba con ellas, se encerraba en su casa con la radio y llegó al punto de plantearse de «desaparecer».

A los 21 años volvió a mudarse a Jábaga y la ONCE le ofreció un trabajo esporádico de monitora de braille y «me sentía útil y me lo pasé muy bien». También, ha estado trabajando en la copia de libros del braille antiguo al moderno tras la reforma del sistema de comunicación. Desde entonces, la escritura y la lectura ha sido su mayor afición. Ha ganado cuatro premios a relatos y en 2019 publicó el libro ‘Relatos y punto’, editado el Servicio Provincial de Publicaciones de la Diputación de Cuenca.

Su adaptación a la sociedad

María Jesús señala que su adaptación a la sociedad en relación a la ceguera no le supuso nada «porque nací con ella», aunque con la sordera sí. Resalta que esta última discapacidad fue apareciendo poco a poco «y al principio no se nota mucho», pero reconoce que «te va aislando más de la gente, no sigues la conversaciones bien, y tampoco saben muy bien como tratarte».

Sin embargo, la conquense de Jábaga cuenta que ella tiene «mucho genio y carácter» y trata su situación con normalidad. «Si la gente no me mira, trato yo de mirarlos a ellos», dice, y añade: «si la vida te da la espalda, tu le tienes que dar el culo».

Un día a día «muy aburrido»

Cañamares sostiene que su día a día actualmente es «muy aburrido». Cuenta que antes en su casa podía hacer las cosas del hogar: limpiar, recoger, «menos cocinar». Ahora, dice que le han limitado la actividad diaria. Va todos los días al centro de día a acompañar a su madre, ya que «necesita estar allí». Sin embargo, señala que ella solo lee y participa en alguna actividad que realizan los mayores, «la que puedo».

«La gente se vuelca conmigo y tratan de hacerme la vida más llevadera, aunque no es mi sitio», cuenta María Jesús, que asegura que «no se lo deseo a nadie».

Para entretenerse por su cuenta, María Jesús dice que se suele ir de paseo con algunas vecinas del pueblo por las tardes, además de ir al bar cuando va su familia. También, «me gusta escribir mucho con el ordenador y la ONCE me presta muchos libros desde Toledo», dice. «Tienes que buscarte la manera de matar el tiempo, porque nadie lo va a hacer por ti», sentencia.