Asociación de Afectados por la DANA de Mira
Hace casi un año, nuestro pueblo vivió uno de los episodios más duros de su historia reciente. La DANA que azotó Mira no solo destruyó casas, enseres, calles y recuerdos, sino que también dejó una profunda huella emocional en quienes la sufrimos en primera persona. Hoy, desde la Asociación de Afectados por la DANA de Mira, queremos alzar la voz para denunciar no solo la lentitud de las respuestas, sino, especialmente, la falta de humanidad, empatía y comunicación que hemos sentido por parte de nuestra administración local.
Desde el primer momento, nuestra asociación ha intentado ser un canal constructivo y legítimo para trasladar las necesidades, urgencias y propuestas de quienes lo perdimos casi todo. Pero, para nuestra sorpresa y decepción, la respuesta por parte del Ayuntamiento ha sido un silencio administrativo sistemático, un silencio que, en ocasiones, ha dolido más que la propia catástrofe.
Durante este año, nunca hemos recibido una comunicación oficial , ni se ha atendido ninguna de nuestras múltiples solicitudes de reunión. Tampoco se ha respondido a las invitaciones formales a participar en nuestras asambleas, en las que buscábamos precisamente ese contacto humano y directo que tanto hemos echado en falta. Nos hemos sentido ignorados. Nos hemos sentido abandonados.
Queremos dejar muy claro que valoramos profundamente el esfuerzo que supone para un ayuntamiento gestionar las consecuencias de una catástrofe de esta magnitud. Somos conscientes del trabajo que implica reconstruir infraestructuras, canalizar ayudas y coordinar con distintas administraciones. Pero también creemos firmemente que la reconstrucción no es sólo de calles, sino también de vínculos, de confianza, de comunidad. Y ahí, lamentablemente, hemos sentido una ausencia clamorosa.
En todo este tiempo, solo gracias a la intervención del Presidente de la Junta de Comunidades, D. Emiliano García-Page, hemos conseguido establecer algún tipo de interlocución institucional que nos escuchara y atendiera. Desde aquí queremos expresarle públicamente nuestro agradecimiento por facilitar ese mínimo contacto que tanto necesitábamos.
No podemos olvidar tampoco a quienes han sufrido aún más: los vecinos no empadronados, los que tenían aquí su segunda vivienda, los que lo han perdido absolutamente todo. En muchos casos, la desigual distribución de ayudas ha acentuado el sentimiento de agravio y de injusticia. Los criterios aplicados para conceder apoyo económico han generado divisiones y malestar, aumentando la sensación de desamparo en un momento en el que todos esperábamos unión.
A estas alturas, y con tristeza, tenemos que decir que la parte del centro urbano más afectada sigue prácticamente igual. No hay avances visibles. Las promesas se diluyen en los pliegues de la burocracia y en la falta de acuerdos entre administraciones. La vida sigue, sí, pero sigue entre escombros, humedades y grietas. Grietas físicas… y emocionales.
Lamentamos también que las visitas institucionales que se han producido hayan estado tan dirigidas y encorsetadas por las autoridades locales. Nos hubiese gustado que esas autoridades viesen la realidad de las entrañas de nuestras casas, las que todavía huelen a humedad, las que aún guardan barro seco en sus rincones, las que todavía no han podido recuperar ni la normalidad ni la dignidad que merecen.
Desde esta asociación no buscamos confrontación, sino escucha, diálogo y compromiso real. Y lo queremos decir con toda la fuerza que nos queda: aún estamos a tiempo de hacer las cosas bien. Pero necesitamos que nos miren a los ojos, que caminen nuestras calles, que entren a nuestras casas y que sientan, aunque sea por un momento, lo que hemos vivido y seguimos viviendo.
No pedimos milagros. Pedimos empatía, respeto y acción. Porque, a veces, lo que más duele no es la catástrofe… sino el olvido.














