Réquiem o Aleluya por el Parque de San Julián

Cristina Guardia Lledó

Cuando yo era pequeña mi padre me llevaba a pasear por el parque de San Julián y me contaba que hace años había unos carteles en los que se leía: “la cultura de los pueblos se mide por su amor a las flores y a las plantas” y  además muchos árboles tenían unas tabletas donde figuraba su nombre que aprendían los niños de entonces.

Cuando vuelvo ahora a Cuenca y acompaño a mi madre en sus paseos, me encuentro el mismo lugar, hoy degradado y convertido a menudo en parque temático con su evplanada central sembrada de, llamémoslos, “chirimbolos” adaptados según la temática del momento:  Navidad, fiestas de San Julián y San Mateo, feria de la tapa, la artesanía etc. En las últimas fiestas de San Mateo apareció arrancada de cuajo una de las fuentes del Niño con el Cisne. En nuestro último paseo de este mes de junio encontramos los caminos cortados por cintas de plástico para una maratón.

No siempre “cualquier tiempo pasado fue mejor”, pero en el caso que nos ocupa yo diría que sí.

En estos tiempos en los que está tan mal visto prohibir, al menos se deberían limitar este tipo de eventos. De momento, no permitir los que sean invasivos, como lo son todos los anteriormente citados, y recuperar otros, como la actuación de las bandas de música en el Quiosco (para evitar las sospechas del pintor Fernando Zóbel, dibujo adjunto), la fiesta del árbol o los guiñoles para niños con esos muñecos inolvidables como el Chupagrifos de mi infancia.

Hace un año se anunció un proyecto de rehabilitación del parque por parte del Consorcio del que nunca más se supo. Me gustaría saber si por fin será un Réquiem o un Aleluya. Querría con esta carta desterrar el Réquiem y cantar el Aleluya.