Gracia Canales, portavoz CEP PSOE Cuenca y secretaria de Igualdad
Sucede con demasiada frecuencia, más de lo que como sociedad deberíamos tolerar, que mujeres queridas y admiradas de mi entorno me trasladan sus historias, sus vivencias y sus relatos, sus sufrimientos como víctimas de violencias machistas, con una valentía admirable y con un dolor que se hace a veces insoportable.
La primera de ellas fue hace unos días. Me comentaba que no podía ir por su domicilio porque una expareja, al que cometió la osadía de abandonar, permanecía durante horas en la misma puerta de su casa hasta que volvía de trabajar para recriminarle que no lo podía abandonar, todo ello con gritos y algún zarandeo, y con la complicidad pasmosa de amigos y conocidos. La segunda de ellas me relataba cómo también una expareja había difundido un vídeo sexual que andaba circulando de móvil en móvil por la ciudad, todo ello con la connivencia de algún que otro agente de la autoridad y la presión social de saber que el señor en cuestión goza de fama y prestigio, y ante eso es difícil doblegarse. La última me contaba cómo sufría quizá la más dolorosa forma de violencia machista, la vicaria, por la utilización que su expareja hacía de su hija menor para insultarla y vejarla una vez que él mismo ya no podía hacerlo, con el daño irreparable que produce este tipo de violencia en los menores.
Hoy conmemoramos el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y más que nunca tenemos la obligación de reivindicar esta fecha. Lo debemos hacer por compromiso; contra los discursos negacionistas de la ultraderecha; por la obligación moral que tenemos de conseguir una sociedad más justa e igualitaria en la que erradiquemos la violencia; por las mujeres que sienten miedo a diario, que se cuentan por miles; por las que sufren agresiones o abusos sexuales, una cada 4 horas en nuestro país; por las víctimas de trata y explotación sexual, como forma de esclavitud que afecta a más de 45.000 mujeres y niñas en nuestro país; porque ninguna mujer sufra nunca más acoso sexual ni se vea acosada por razón de sexo; también por la eliminación de los matrimonios forzados o la mutilación genital femenina, como forma extrema de ejercer esa violencia tan cruenta.
Para ello, debemos seguir trabajando en la coeducación, en la base, como factor de protección en todos los ámbitos: laboral, académico, personal o social. Una educación que elimine todos los estereotipos vigentes en nuestra sociedad para que niñas y niños desarrollen sus habilidades y personalidad en igualdad de condiciones, eliminando de las aulas cualquier actitud sexista. También en la concienciación y sensibilización de la sociedad, para que las víctimas no sean nunca más abandonadas a su suerte, para que se sientan protegidas y apoyadas y para que los agresores sientan el aliento de la sociedad en la nuca, tanto que el ambiente les resulte irrespirable.
Necesitamos compromiso político para seguir avanzando en derechos y libertades, con leyes valientes, como la Ley 4/2018 por una sociedad libre de violencia de género de Castilla-La Mancha, que gracias a un gobierno socialista sitúa como referente a Castilla-La Mancha para otras leyes que se han desarrollado a continuación. Una ley aprobada por unanimidad, con consenso y participación para seguir avanzando en aplicar y llevar a cabo las medidas del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, pero también con recursos y presupuesto: 35 millones consignados en los Presupuesto Generales para 2022 que servirán para reforzar el servicio de atención personalizada a las víctimas de violencia a través del 016.
Seguiremos luchando con todas nuestras fuerzas, aunque a veces estas flaqueen, por la eliminación de todos los estereotipos que nos oprimen, por la erradicación de esta forma de terrorismo, por la consecución de una sociedad libre de violencias machistas, más justa, más igualitaria y democrática, para que las mujeres vivamos en libertad y sin miedo. Por todo ello, hoy, nos vemos en las calles.