Yolanda Martínez Urbina
El desenfoque sociopolítico en las zonas despobladas de España ha generado una brecha profunda entre los intereses reales de quienes residen en el medio rural y el discurso político dominante, centrado en confrontaciones sobre el modelo de Estado y no en soluciones integrales para revitalizar las zonas rurales, que constituyen un importante reto en las políticas territoriales. En regiones como Castilla la Mancha lo lógico es enfocarse en el desarrollo territorial de la región y aceptar todos los posibles fondos o quitas que la permitan avanzar. Cuando alguien se encuentra entre la edos marcos, el nacional y el regional siempre hay que elegir el que beneficia a lo cercano. Si a una familia endeudada como consecuencia de una mala praxis política, le ofrecen una quita, ¿renunciaría a ella? El foco siempre debe ser la persona para la que se gobierna, su calidad de vida y no los medios o herramientas para conseguirlo. Por tanto, la clave para avanzar no reside exclusivamente en la preservación del patrimonio o en el turismo sostenible, dos ejes muy importantes para la provincia de Cuenca, sino en la capacidad de articular una acción global multisectorial que además contemple los derechos, proyectos de vida y necesidades cotidianas de los nuevos y antiguos pobladores, quienes muchas veces no reciben atención ni recursos adaptados a sus circunstancias.
Desenfoque sociopolítico rural
La España vaciada sufre no solo el abandono de servicios básicos como sanidad, educación y transporte—cada vez más concentrados en las capitales provinciales—sino también el riesgo de perder sus cultivos, su identidad y su tejido social, debido a la falta de políticas enfocadas y a la persistente desigualdad territoria. El relato político urbano suele invisibilizar a quienes habitan y repueblan el medio rural, gestionando el territorio en función de intereses ajenos y relegando su problemática al margen de la agenda nacional.
Intereses y vulnerabilidad de los pobladores
Las personas que viven en muchas zonas rurales y con mayor hincapié en las que tienen escasa población, así como los nuevos repobladores, afrontan dificultades para acceder a vivienda digna, trabajo, conectividad digital y servicios públicos, a pesar del refuerzo de ayudas y subvenciones en 2025. Los incentivos económicos y los programas de repoblación han mejorado, pero siguen sin responder a la dimensión humana: falta acompañamiento psicológico, formación profesional, integración social y reconocimiento efectivo. La atención institucional se dispersa hacia otros planteamientos, sin una visión transversal que sitúe al individuo y la comunidad en el centro del desarrollo rural.
Confrontación política y nuevo modelo de Estado
En 2025, la confrontación política nacional, marcada por la polarización y el debate sobre la reorganización territorial, eclipsa la urgencia de transformar el medio rural en espacio de oportunidades reales. Los partidos utilizan el reto demográfico como bandera retórica, pero los pactos de Estado siguen sin materializarse en inversiones sostenibles ni en reformas normativas que garanticen derechos iguales y equidad territorial. El “derecho de pernada”, como metáfora de intereses creados y viejas formas de poder local, persiste bajo nuevas formas: clientelismo, control de recursos y falta de transparencia en la gestión pública.
El reto demográfico: un enfoque integral
El desafío demográfico supera la lógica asistencialista y necesita de una actuación integral con participación comunitaria, digitalización, sostenibilidad ambiental y políticas adaptadas a la diversidad de los territorios. El futuro de los pueblos pasa por fomentar la cooperación intermunicipal, no la cooperación partidaria que crea bloques, como viene ocurriendo, el empoderamiento local, la inclusión de mujeres y jóvenes, y la creación de redes que conecten el campo con el resto del país. Ya sea Madrid o Barcelona, ambas son España. Sin estas acciones, los nuevos repobladores no encontrarán arraigo y los municipios tendrán difícil revertir el ciclo de despoblación.
Concluyo, sin una verdadera atención a las personas, el medio rural seguirá sometido a los intereses externos y perderá su capacidad de convertirse en la España de las oportunidades, en la España donante de productos y receptora de personas, donde el reto demográfico se aborde desde la dignidad y la innovación social.