¿Cuenca ciudad cultural? La Ciudad del Cine en Toledo y la Academia para Albacete

Luis P. Martínez

Lo confieso: leí la noticia primero con algo de esperanza y mucho de escepticismo. El presidente de Castilla-La Mancha, el toledano y socialista Emiliano García-Page, anunciaba la creación de una Academia de Cine de la comunidad. Lo comunicó en Toledo durante la presentación de la Ciudad del Cine, inversión estratégica que se construirá en la Ciudad Imperial. No especificó sede -o al menos no la especificaban los medios en los que yo lo leí y escuché- pero poco después los algoritmos me mostraron un orgullo mensaje del diputado del PSOE en el Congreso por Albacete Emilio Sáez. El también exalcalde albaceteño aseguraba, muy contento, que la nueva Academia estaría en su ciudad y daba las gracias al Gobierno regional por ello. Y, ahí, vuelvo a confesarme, mis sentimientos viraron a la rabia y la resignación, aunque no a la sorpresa, la verdad.

Otra vez. Como si fuera una tradición no escrita: lo que promete futuro, lo que huele a inversión o a foco mediático, acaba siempre en Albacete, Toledo o Ciudad Real. Cuenca, mientras tanto, se queda aplaudiendo desde la grada, con su título honorífico de “capital cultural” que tanto se pronuncia desde hace décadas y tan poco se demuestra.

Dicen que la decisión es “lógica”. Que Albacete tiene Abycine, que allí hay más industria audiovisual, que la Filmoteca Regional ya se ubica en esa ciudad. Todo cierto, sí. Y es cierto porque fue la Junta la que decidió en su momento que la Filmoteca estuviese en Albacete y no en Cuenca, aunque incluso se presentase en el Ayuntamiento conquense una moción reclamándola y se movilizasen los ciudadanos a través de los entonces burbujeantes foros y blogs de Internet. Lo que nadie se atreve a decir en voz alta es que esa lógica es la misma que lleva años dejando a Cuenca fuera de todo lo que importa: la misma lógica que concentró en otros focos de la comunidad la industria, la justicia, la universidad, y ahora también el cine. Esa lógica del “ya está hecho”, del “ahí hay más masa crítica”, del “es que Cuenca no tiene tanto peso”.

Lo que duele no es solo perder una sede. Lo que duele es la sensación de invisibilidad, de que nuestros méritos no cuentan aunque tengamos muchos y pudiésemos tener más si nos hubiesen dejado: aquí está la Facultad de Comunicación de la UCLM, la de Bellas Artes, la Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla-La Mancha, y hasta el archivo de Pedro Almodóvar. Aquí se forman cada año decenas de jóvenes que sueñan con contar historias, con hacer cine, con trabajar en el arte. Y, sin embargo, el lugar donde deberían encontrarse las oportunidades sigue estando en otra parte. Aceptamos carreras menos competitivas para el mercado y el tejido empresarial y menos atractivas para los estudiantes por mor de esa supuesta Capitalidad Cultural, pero ni eso nos vale.

Cuenca no necesita más elogios: necesita decisiones. Porque mientras unos se reparten las grandes sedes, aquí seguimos manteniendo vivo el pulso cultural con presupuestos mínimos, entusiasmo máximo y viviendo de las rentas del pasado, que se acabarán por agotar. Lo que en otras provincias se llama “estrategia”, aquí se sostiene con vocación. Y ya va siendo hora de que esa vocación tenga recompensa, de que la Junta reconozca que sin Cuenca no hay Castilla-La Mancha cultural que valga.

Albacete se queda con la Academia. Toledo con los platós. Y Cuenca, la ciudad que forma a los comunicadores, a los artistas y a los intérpretes, se queda —otra vez— sin escenario. Es como si la región construyera su industria audiovisual dándonos la espalda.

Mientras tanto, en Cuenca callamos. Ningún partido político, ningún grupo municipal, ni siquiera los que presumen de defender el equilibrio territorial, han alzado la voz. Ni una moción, ni un comunicado, ni una protesta formal. Y para colmo, algunos de los que deberían defender los intereses de esta ciudad parecen más ocupados en ser altavoces de lo que conviene a otros. Albacete, además de las inversiones, también ha sabido sembrar aquí sus caballos de Troya mediáticos, funcionariales, políticos y económicos.

En Albacete ya lo dan por hecho: la academia será suya, dicen, con la misma naturalidad con la que se asume lo inevitable. Y uno, desde Cuenca, no puede evitar pensar que lo inevitable es precisamente eso: que el mapa autonómico se reparta siempre igual, que el eje del poder económico y político determine también el cultural. Lo demás son discursos vacíos sobre descentralización, equilibrio territorial o vertebración regional. Palabras bonitas que se evaporan en cuanto hay un proyecto de verdad sobre la mesa.

No pido que se le quite nada a nadie -o sí, tampoco debería ser tabú- pero sí que de una vez se haga justicia. Que la Junta mire hacia el hueco que deja cada vez que decide sin mirarnos. Que entienda que esta ciudad, con su tamaño modesto, sostiene una de las apuestas más firmes por la formación artística y audiovisual de toda Castilla-La Mancha. Y que, si de verdad quieren una región cohesionada, hay que empezar por dejar de tratar a Cuenca como ese bello decorado al que se viene a hacer turismo cultural de fin de semana, pero no a invertir el lunes.

Porque cada vez que un proyecto importante se va a otra parte, no sólo perdemos una sede: perdemos confianza. Y eso, en cultura, es lo más difícil de recuperar.