Qué manera más buena de pasar un tarde de domingo. Qué manera de encarar la semana uno más contento después de pasar algo más de hora y media en El Sargal viendo balonmano generoso en el esfuerzo, despilfarrador en emoción, compensador de karmas. Y qué manera también de poner a prueba las cardiopatías. El Rebi Cuenca ha sumado dos valiosos puntos tras ganar 24-22 al Aranda en un partido de esos que exigen bregarse y vaciarse a jugadores y públicos y en el que el portero Arguillas se erigió como el gran salvador.
Pronto quedó claro que esto no iba a ser un paseo militar como los de las citas contra Alicante o Valladolid. El Aranda es un equipo siempre difícil y solvente. Y eso que empezó bien, muy bien, el Rebi Cuenca en defensa, haciendo gala de esa intensidad paradigmática de los Tonicher, Pizarros y Mendes. Y de Mosquera, aunque este iba más pasado de revoluciones y más corto de sutilezas, lo que pagó con exclusiones. Así que no tardó en complicar la vida al ataque visitante y más teniendo en cuenta que Tonicher tradujo en paradas sus dos primeras intervenciones. Sin embargo, los locales no sacaron todo el rédito a ese buen arranque atrás porque en ataque no anduvieron tan finos y, cuando no se caían en las trampas de los burgaleseses, lo hacían en los errores no forzados propios de las precipitaciones. Esa suma de factores propició un tanteo muy bajo de inicio, casi más propio del fútbol-sala que del balonmano, con un empate a 3 en el minuto 7.
Esas escuetas tablas marcaron el inicio de un periodo de alternativas, con parciales más o menos espídicos a favor de unos y otros. Primero, del Aranda (+3) y luego del Cuenca, que respondió con un más 6 gracias a méritos repartidos, como la veteranía y picardía de Fede Pizarro y un Tavares que no estaba tan bien como otras veces, pero tampoco estaba mal. Al menos hasta entonces.
En el minuto 17, con un 9-6 en el marcador, el Rebi Cuenca parecía que estaba encarrilando el partido. No sólo estaba siendo más rápido y eficaz, sino, sobre todo, más inteligente. Y prueba de ello eran los nervios en el banquillo arandino.
Quizá el gran error o frustración del Cuenca entonces fue no consolidar esa dinámica. El partido entró en otra fase sin demasiados goles, con errores y aciertos repartiéndose equitativamente, y eso podría servir contra equipo o en otra fase del juego, pero no contra esta escuadra ni tan pronto. Sobre todo porque el Aranda sabe combinar defensa adelantada y altura y juega en portería con un Pau Guitart que empezó a parar como si le fuese la vida en ello Por cierto, tuvo una fea sobreactuación en un lance con un balonazo en la cara. Arriba iba sumando con un Poveda que tiene mucha talla en todas las acepciones del término. Además, el Cuenca de exclusiones y, poco a poco, los arandinos alcanzaron el 12-12 con el que se llego al descanso.
Roja para Tavares
La segunda parte comenzó con un ritmo frenético, con la misma igualdad con la que acabó el primer tiempo pero aún más emoción, más intensidad… y más pique y brusquedad. En el minuto 34 de partido (con 14-14 en los luminosos), Tavares vio una roja que sin duda iba a marcar el partido. No estaba siendo su mejor día, es cierto, pero una pieza así siempre es una baja muy dañina, sobre todo cuando se necesitan de ideas y tiro exterior.
Con ese plus añadido, los arandinos, que gustan más de un ritmo acelerado y correoso, supieron imponer esa ley. No fueron un vendaval pero sabían llevarse el gato al agua en los detalles y en el 42 de partido mandaban por 16-18, lo que obligó a un tiempo muerto con el que Lidio Jiménez intentó que su equipo se reencontrase y reconfigurarse, física y mentalmente.
La reacción no fue súbita, pero casi. Apretó el Cuenca en defensa, tuvo algo más de suerte y acertó en contras con más prudencia que épica mal entendida. Y, así, recortó al 18-19 en apenas tres minutos, obligando al entrenador rival, Francisco Javier Márquez, a otro tiempo muerto.
El nuevo inquilino de la portería conquense, Arguillas, respondió parando un penalti, en un anticipo de lo que habría que venir. Y, en la siguiente jugada y trabajosamente, el Rebi Cuenca volvía en empatar en el 48 (19-19) gracias a un rechace aprovechado por Lima.
Furia Conquense al frente, El Sargal redobló esfuerzos con su equipo, metió la presión que el propio Arguillas reclamaba gesticulando. Y de manera laboriosa, lenta, dificultosa pero esforzadamente brillante, consiguió el Cuenca ponerse 22-19 a menos de ocho minutos para el final, obligando a un nuevo tiempo muerto.
Antes y después de la interrupción, el Aranda se topó con un Arguillas, que estaba vistiéndose de de héroe con paradas de todo tipo y condición, incluyendo 7 metros, y cuya mera presencia ya intimidaba y noqueaba a los atacantes. Personalidad y presencia.
El Rebi no aprovechó en sus lanzamientos y contras esa ventaja que estaba obteniendo en defensa y portería y, a pesar de jugar con uno más, vio como los de Burgos acortaban a 23-22 a poco más de dos minutos y medio para el final.
Volvió a parar Guitart pero, en un duelo de grandes guardamentas, le replicó Arguillas y en una jugada abordada con mucha inteligencia, el Cuenca consiguió poner el tranquilizador 24-22 por mediación de Lima casi cuando sonaba la bocina. Esta vez sí.












