El Rebi Cuenca avasalla al Valladolid con una lección de pundonor, profesionalidad y balonmano (31-23)

Los de Lidio Jiménez lograron dos valiosos puntos y un triunfo para el recuerdo que tuvo su momento más brillante en el inicio de la segunda mitad

Avasalladora victoria del Rebi Cueca este viernes ante el Recoletas Atlético Valladolid por 31-23 en un partido que ha sido mucho más que dos puntos muy necesarios, un regalo a la afición o un triunfo holgado. Ha sido un partido de esos que se cuentan a los hijos y a los nietos: un ejemplo de profesionalidad, pundonor y buen balonmano.

Unos problemas informáticos provocaron que este partido para el recuerdo empezase con algo de retraso:  seis minutos por encima de las siete de la tarde marcadas como  comienzo oficial. Una pequeña demora que vino bien para que el pabellón se fuera vistiendo de público, ya que no fueron pocos los que llegaron el tiempo justo procedentes del trabajo y de otras obligaciones ante un horario tan poco propicio. 

Fue eso, casi seis minutos fue lo que tardó el Rebi Cuenca en marcar su primer gol. Le costó entrar en el partido especialmente en ataque, con prisas y precipitaciones. Ni siquiera se aprovechó una superioridad numérica por ese empeño casi congénito de ir por el centro y no por los extremos. Afortunadamente una defensa algo más entonada y un Valladolid que tampoco estaba especialmente fino permitieron que la brecha no pasara de uno o dos goles a favor de los visitantes en estos balbuceos del encuentro.

Tardaron, pero los de Lidio Jiménez supieron ir aterrizando en el partido y a llevarlo a su terreno. Y del 2-4 en el minuto 8:48 se pasó al 5-4 en menos de dos minutos en un parcial de esos que tanto gustan en El Sargal. A ello contribuyó, entre otros factores, la explosiva entrada de Toth. El húngaro, que dio ritmo, coraje y goles, fue excluido en el minuto 11, pero su marcha solo lentificó la reacción, no la anuló.

El Rebi Cuenca ya estaba otro partido, ya estaba compitiendo como le gusta decir a su entrenador. Y algunas paradas nada fáciles de Tonicher y Tavares destapando el tarro de las esencias llevaron al equipo a ponerse 9-5 en el ecuador de la primera mitad con gol de Mendes. Al entrenador de los pucelanos, David Pisionero, no le quedó más remedio que pedir un tiempo muerto.

La hemorragia se detuvo más que por esa interrupción por una exclusión de Lima que acercó en juego y números a los visitantes, pero sin que el dominio local se perdiese en ningún momento. Aunque no faltaron algunos errores con tiros demasiado precipitados, el Rebi Cuenca supo hacer de la necesidad virtud y se adaptó a la defensa muy abierta planteada por su rival. Si no era Tavares era Gandara el que desde el pivote hacía un daño terrible. 

Así, y con una defensa muy centrada que por lo menos llevaba al borde del pasivo, los conquenses llegaron al último minuto de la primera mitad cinco arriba 15-10, el que fijaba un gol de Nacho de Pizarro. Pero una pérdida de Lima permitió a su rival acortar un gol antes del segunda parte.

Vendaval

Lo del Rebi tras el reinicio fue una exhibición, un vendaval, un festival, una maravilla. Lejos de confiarse entraron enchufadísimos al partido, atacando y defendiendo. Y las gargantas y bombos de la Furia Conquense y el resto del pabellón pusieron lo suyo. Con un ritmo espídico los Tavares, Mendes, Toth, Pizarro -y Tonicher en lo que a él competía- pusieron el 20-11 en el minuto 5 de partido.

El Valladolid estaba completamente desquiciado y noqueado, sin saber muy bien cómo jugar y con los nervios atenazándoles. Consiguieron al menos serenar el ritmo y bajar la frecuencia con la que encajaban goles, pero la reacción no llegaba, o no llegaba con la intensidad requerida, porque el menor acierto del Cuenca se compensaba con paradas como la de Arguillas a un siete metros. Hasta diez goles arriba se pusieron los anfitriones en el minuto 40.

El partido entró en una fase menos brillante para los de la ciudad del Júcar y Huécar, con demasiadas exclusiones y pérdidas de balón. Empezaron a pesar los dos cansancios, el físico y mental. Las escasas rotaciones que permite la plantilla no rindieron al nivel previo. Pero el cronómetro corría a favor del Cuenca  y la mitad de este segundo tiempo los marcadores reflejaban un 23-14 que si bien no permitía la euforia ni la tranquilidad absoluta, sí la esperanza y unas razonables dosis de confianza a pesar del historial de sustos que el aficionado conquense lleva en la memoria. 

Un nuevo tiempo muerto visitante trató de conseguir otro golpe de efecto, pero no era el día. El Cuenca se mantuvo serio en tareas defensivas sin que el agotamiento rebajase demasiado la intensidad y arriba supo aprovechar huecos -la defensa cada vez era más abierta, casi de basket- y sumó unas cuantas recuperaciones. Fue también inteligente en la dosificación de esfuerzos. Así se llegó a los diez minutos finales con un 27-16 que cualquiera hubiese firmado al inicio.

El tramo final se le hizo al Cuenca largo, como era previsible, pero no hubo sensación real nunca de que la victoria peligrase. Hubo tiempo incluso para destellos de calidad como el de Manuel, que no solo manejó y repartió juego de manera solvente, sino que también sorprendió al respetable con un torpedo dese el centro. Entraron menos habituales como Colmena, que por mala suerte no anotó, y Tavares, que sumó en su cuenta particular 8 goles, se ganó alguna ovación más.

El Valladolid siguió intentándolo como pudo, arrancando exclusiones y maquillando el marcador como máximo logro, pero este era uno de esos partidos negros para olvida. Se cerró con una roja a Carvalho y con un gol de Arguillas desde su portería para el definitivo, merecido y hasta corto 31-23. Qué meritazo, de todos y de cada uno.

ESTADÍSTICAS DEL PARTIDO