Luis Matías Hernández es un bioquímico conquense que, a pesar de haberse ido con 18 años a estudiar fuera de Cuenca, tiene su ciudad aún muy vinculada a su día a día. En la carrera descubrió el mundo de las plantas y empezó a investigar sobre su genética. Por eso creó una startup, es decir, una empresa que presenta grandes posibilidades de crecimiento y comercializa productos y servicios a través del uso de las tecnologías de la información y la comunicación. En Tricopharming investiga los tricomas, los pelos los pelos vegetales y que son defensivas, y cuyas moléculas pueden crear un contenido medicinal. En este caso, el conquense investiga una planta medicinal contra la malaria, enfermedad de la que se contagió, y contra la leishmaniosis en animales.
¿Qué es lo que te interesó de la bioquímica?
En Pamplona estudié bioquímica, estaba mucho más aplicado a lo que es bioquímica humana y animal. Pero me decanté por el mundo de las plantas porque tuve una única asignatura prácticamente de fisiología vegetal, donde utilizamos las células madre de un tomate para producir un fruto del tomate. Eso me encantó muchísimo y quise estudiar un máster sobre genética de plantas en Creta, en Grecia, donde lo hizo sobre biotecnología vegetal y productos naturales.
Las plantas, ¿tú crees que son como los seres vivos más desconocidos?
Siempre digo que son unos unos seres vivos muy, muy complejos. De hecho, una mala hierba tiene muchos más genes que nosotros los humanos, porque nosotros tenemos en torno a 23.000 genes. Hay muchísimas plantas, como por ejemplo la del arroz, que tiene el triple de genes que tenemos nosotros. Con lo cual, son mucho más complejos. ¿Y por qué? Porque al final una planta, a diferencia de un animal y un humano, no tiene movilidad, no puede escaparse de los predadores y ha desarrollado un sistema súper complejo. Por eso tiene una mayor cantidad de genes, para poderse adaptar a los cambios climáticos, para poder luchar contra los depredadores. Y a mí ese mundo me encantó.
No solo os centráis en un tipo de planta, sino es un poco en general
Sí, a ver, cuando empiezas a investigar, de hecho, cuando hice mi doctorado, sí que trabajamos un poco con la planta modelo, que se llama Arabidopsis thaliana, que es como cuando se hace investigación para humanos, tú empiezas a trabajar con ratones. Entonces, la gran mayoría de los resultados que se obtienen en ratones, por ejemplo, para la función de un fármaco o a nivel genético, casi todo se extrapola a nivel humano. Lo mismo pasa trabajando con esta planta modelo, tú lo puedes aplicar a otros cultivos de interés agronómico o medicinal, como es mi caso.
¿Qué diferencia hay entre la investigación universitaria y la aplicada?
El objetivo cuando tú eres investigador de una universidad, un centro de investigación, es sacar resultados científicos que no hace falta que sean tan aplicados, pero sí que tenga una relevancia a nivel internacional y poderlo publicar en publicaciones científicas. A ti te valoran por el número de publicaciones y el impacto de las publicaciones. Sin embargo, cuando tú te vas al mundo empresa o te creas una empresa de la nada, sin tener ni idea de cómo se monta, tu objetivo es sobrevivir económicamente y cambia todo. La investigación pasa de ser que tiene una aplicación inmediata en el mercado.
¿Y por qué decidiste emprender con una startup?
Estaba haciendo el postdoctorado en el CRAG, que es el Centro de Investigación Agrigenómica, y estaba trabajando con la planta modelo, a la Bidex Estaliana, con unas estructuras que se llaman tricomas, que son como los pelos vegetales y que son defensivas. En uno de mis periplos, en el periodo que estuve en la India, me contagié de malaria y estuve ingresado. Tuve la suerte de tener el seguro de la beca internacional, pero tiene una alta mortalidad, sobre todo en la India y en otros países. Yo ahí me sentí un afortunado. Entonces, casualidades de la vida, cuando estaba haciendo mi postdoc en Barcelona, trabajando con los tricomas, leyendo publicaciones científicas, vi que había una planta que se llama Artemisia annua y que producía en los tricomas este antimalárico que a día de hoy lo recomienda la Organización Mundial de la Salud.
Por eso, hablé con mi jefa de por aquel entonces, del postdoc, y dije oye, ¿me puedo dedicar mitad de mi tiempo a este proyecto y mitad del tiempo a lo que tú me has dicho hacer? Llegamos a una especie de acuerdo, y a raíz de que durante el postdoc sacamos resultados preliminares interesantes para crear tecnología para hacer que la planta artemisiana produjera una mayor cantidad de medicina, de antimalárico, decidimos crear la empresa.

¿Cuáles han sido vuestras líneas de investigación generales desde entonces y si al final han acabado en un resultado?
Nosotros desarrollamos una tecnología que tenemos patentada, que la aplicamos a la planta y solo no hacemos solo que la planta crezca más rápido y con mayor volumen, sino que se defienda mucho más y produzca una mayor cantidad de tricomas y un contenido de moléculas medicinales mucho más alto. A día de hoy lo estamos comercializando. Este producto no deja de ser un extracto de artemisianoa, optimizado no solo en la molécula artemisinina, sino en otras moléculas medicinales, y que estamos comercializando ya en 7 o 8 países del mundo. Pero nos estamos enfocando también a nivel salud de las mascotas. En el sur de Europa hay un problema muy grande que es la leishmaniosis, que no deja de ser un parásito que te lo transmite un mosquito similar a la malaria, aunque este es muy diferente. Descubrimos que esta molécula tiene el mecanismo de acción muy diferente para combatir la malaria y la leishmaniosis, con lo cual a día de hoy nosotros estamos comercializando en muchos países de Europa y también en algunos asiáticos de Latinoamérica como productos coadyuvantes para combatir esta enfermedad en perros.
Aún así, seguís todavía con las plantas medicinales para la malaria, ¿no? No habéis abandonado esa idea.
No, eso no. De hecho, en octubre se hace el primer congreso internacional de esta planta, de Artemisiano, que se hace en Tanzania. La idea es crear una especie de asociación para poder comercializar esta planta. En África, Estados Unidos o en Asia se puede comercializar para humanos, pero en Europa no se puede. Por eso queremos generar un poco como de lobby, en el buen sentido, para hablar con la Unión Europea y decir oye, que es que esta planta no tiene toxicidad, tiene mucha validación científica, también que se use para consumo humano porque tiene muchísimas propiedades.
¿Cómo de importantes son las plantas en general para el ser humano?
Hay una tendencia muy grande a usar productos naturales en Europa. Nuestro objetivo es poder profesionalizar estas plantas medicinales para que nadie te diga «oye es que una vez me ha funcionado y otras veces no». La razón de eso es que al final una planta medicinal no produce la medicina para curarnos a nosotros, sino que nosotros la usamos. Dependiendo cuando se coseche y en qué condiciones, la planta puede tener una concentración de principios activos más alta, más baja o incluso nula. Por eso desarrollamos nosotros tecnología a partir de edición génica o de biología molecular, para hacer que las plantas medicinales siempre produzcan la misma cantidad de medicina. Lo estandarizamos y de esa manera poder ganar credibilidad. Es decir, si tú siempre das la misma concentración de principios activos en la planta seca, es una manera de poder ver que los resultados que tenemos los vas a obtener siempre.
También te gusta viajar y escribir. Publicaste hace poco tu primera novela, que es histórica. Es algo muy diferente con tu profesión. ¿Qué te aporta esta vertiente a tu día a día más científico?
La escritura es un poco terapéutica. Considero que muchas veces necesitamos escribir para que te centres mucho. Empecé a escribir porque lo bueno y lo malo cuando trabajamos como investigador en la academia, es que tú tienes becas que se te acaban y tienes que esperar un poco de tiempo hasta conseguir la siguiente beca. Cada tres años me cogía como seis meses sabáticos mientras iba buscando trabajo y me iba a viajar por el mundo. Entonces cuando viajas con la mochila tienes más tiempo libre para dedicarte a ti y es cuando decidí ponerme a escribir.
¿Estás ya preparando tu próxima novela o ahora mismo no tienes mucho tiempo para cogerte esos meses sabáticos?
Llevo en la mente hacer una de novela negra desde hace muchos años, pero ahora mismo con la empresa no puedo. Lo tengo en la mente, pero mi mente no está capacitada ahora para dedicar tiempo para escribir, porque necesitas estar concentrado y tal, pero no pierdo la esperanza que de aquí a unos añitos se pueda ver.
¿Se te ha ocurrido ya hacer como algún libro más de especializado en lo tuyo?
De divulgación, todo empezó porque yo conocí a un grupo de divulgación científica que se llama Big Bang, Científicos sobre Ruedas. Soy un poco inquieto y hacíamos monólogos científicos, desde institutos, teatros, discotecas, hasta en la cárcel. En Cuenca estuvimos un par de veces en el Auditorio hace años, que me emocionaba mucho porque era mi tierra. A raíz de eso, vimos que una de las cosas más importantes y que faltaba hasta hace años era que la ciencia y el público en general estaban muy separados. Muchas veces la sociedad española o en general no aprecia lo que hacemos los científicos, porque un poco es culpa nuestra, porque no sabemos transmitirlo. Con este grupo, que lo creé con varios amigos, divulgamos nuestros proyectos científicos usando el humor para ello y de una manera muy divulgativa. A raíz de eso publicamos varios libros de divulgación científica.
¿Seguís con ese grupo por ahí, por España?
Sí, sigue activo, yo estoy menos, pero sí que sigue muy activo. Yo este año actúo tres, cuatro veces, pues lo que me da la agenda. Están haciendo proyectos muy chulos, sobre todo en formación en institutos, en universidades, motivando que la carrera científica es una salida muy interesante y se está haciendo cosas muy bonitas. Es una cosa de las que más orgullosos me siento.