El estreno de la película «Napoleón», protagonizada por Joaquin Phoenix y dirigida por Ridley Scott, ha puesto sobre la mesa el periodo en el que Napoleón y Francia marcaron el futuro de Europa…aunque en el film no haya referencias a España. En la provincia de Cuenca, la ocupación napoleónica fue definirse como un periodo negro con un elevado coste en vidas humanas, patrimonio y modos de vida. Un deterioro que, en gran medida, tuvo como detonante la presencia de las tropas francesas desde 1801.
Miguel Jiménez Monteserín, director de la Real Academia Conquense de Artes y Letras (RACAL) y profundo conocedor de este periodo histórico en la provincia de Cuenca, no duda en señalar que «fue un desastre, absolutamente, y a partir de ahí la ciudad ya no levanta cabeza. Algo se recupera en el siglo XVIII pero estos comienzos del XIX ya indican el declive absoluto de la ciudad. No fue exclusivamente el principio del fin pero todo el siglo XIX es absolutamente de postración y se inicia con esas irrupciones de los ejércitos y con esa usurpación de todo género de capitales, de recursos y de instrumentos de muy diverso género». Así, destaca que el emblema es la Custodia de Becerril «que, por supuesto, fue una gran pérdida pero la situación posterior de Cuenca no se deterioró más precisamente porque no hubiera custodia. Es decir, en adelante no levantó cabeza la manufactura textil que estaba en una situación de un equilibrio difícil. La lana se trabajaba en un espacio bastante amplio, en torno a la ciudad. Era una manufactura que estaba intentando recuperarse y que a partir de entonces se encuentra con la destrucción. La Fábrica de Paños de los cinco gremios es completamente asolada y se acaba ya el futuro manufacturero que podría haber tenido Cuenca. En cuanto a patrimonio el saqueo de las iglesias no faltaba, tampoco el saqueo de las casas…La ciudad es abandonada en varias ocasiones por la mayor parte de la población y quedó a expensas del ejército invasor».
Jiménez Monteserín destaca que «teníamos a un ejercito de ocupación que vivía sobre el terreno. Aaparte de los desastres de la guerra, de los bombardeos, de las muertes y de los enfrentamientos bélicos, lo que tenemos es también un momento de grandes dificultades agrarias y ganaderas y el impacto de una población foránea que no tiene reparo ninguno en autoabastecerse a costa de lo que fuese. No sólo se trataba de extraer recursos de las despensas de los conquenses sino impedir que se hagan las cosechas y la muerte de mano de obra que debería haber estado dedicada a la producción alimentaria. Además, todos esos movimientos significan también la difusión de enfermedades. Es decir, veníamos de una coyuntura muy difícil y entramos en otra todavía mucho peor. Y eso se refleja en la reducción del número de los nacimientos unida a la elevada tasa de mortalidad».
Cuenca, enclave estratégico
Uno de los puntos culminantes de la guerra en la provincia conquense desde una perspectiva militar fue la batalla de Uclés. «Es uno de los momentos de mayor deterioro militar del ejército español. Cuenca no es que sea un lugar relevantísimo pero es una de las claves de la comunicación entre Madrid y Valencia. Y por eso era esencial ocupar Cuenca. Toda la provincia estuvo sometida a las idas y venidas de las tropas precisamente porque era un área que convenía controlar ya que era clave para las comunicaciones hacia el este y hacia el sur».
La capital primero recibe a las tropas en 1808 que iban hacia Valencia pero en la medida en que después se produce un conato de resistencia «viene ya el segundo asalto realmente brutal y violento, con bombardeos, ejecuciones y un saqueo brutal. Es precisamente entonces cuando tiene lugar la destrucción de la Custodia pero también se llevan muchísima más plata. Desde un punto de vista propagandístico, hay un panfleto de un canónico de la Catedral que se llamaba Juan Antonio Rodríguez Álvarez que da cuenta de los desmanes que los franceses han cometido en el segundo asalto a la ciudad». Estas circunstancias dan lugar a «una especie de poema denigratorio contra Napoleón que escribe el cura de la Fuente de Pedro Naharro en latín precisamente para darlo a conocer al mundo los desmanes. Y, de hecho, en la correspondencia de Napoleón y José Bonaparte hay alguna referencia. La ciudad cae sucesivamente en distintas manos hasta que en 1810 se retiran ya definitivamente los franceses después de volar el castillo».
El escudo napoleónico del Almudí, un excepcionalidad histórica
Como ‘herencia’ de la invasión napoleónica, la ciudad de Cuenca alberga uno de los escasos escudos de José Bonaparte que se conservan en España. «Nos queda de recuerdo el escudo de Almudí, de José Bonaparte. Es una cosa muy curiosa porque se instaura una nueva dinastía que ya no es borbónica sino napoleónica. José es rey de España y sustituyen las flores de lis de los Borbones por el águila imperial de la dinastía. Se conserva, al parecer, otro ejemplo en un relieve de la iglesia de San Benito de Valladolid. Lo que pasa es que es muy curioso que se haya conservado porque lógicamente con la restauración Fernandina todas esas cosas desaparecieron».
El historiador y miembro de la RACAL, Jesús López Requena, señala que » cada vez que llega un gobernante al poder, lo que se trata es de oficializar esa toma de poder. A eso responde la efigie de las monedas, por ejemplo. Es decir, el gobernante tiene que decirle a su pueblo, tiene que decirle a su pueblo que está en el poder y el pueblo tiene que enterarse. Y de la misma forma que se toma el poder y se tiene que saber, cuando se acaba el poder se le elimina. Ya los romanos lo hacían, la ‘damnatio memoria’ desaparecían descripciones y sus esculturas se mutilaban». Aquí pasó lo mismo.».