Ministriles de Marsias, luz y color en la catedral

Crónica de Manuel Millán de la Heras del quinto concierto del ciclo "Música en la Catedral"

El concierto nº5 del ciclo Música en la Catedral trajo a unos viejos conocidos del público de las SMR. Una agrupación instrumental de viento dedicada a la música religiosa española del Renacimiento y el Barroco con instrumentos originales y criterios historicistas. Los vientos en cuestión son el sacabuche, el bajón, la corneta, la chirimía y el omnipresente órgano. Todavía recuerdo la profunda expresividad de la agrupación en una interpretación memorable de la Missa pro Victoria del compositor abulense Tomás Luis de Victoria en las SMR de 2017, junto con la Schola Antiqua y bajo la dirección de Francisco Rubio y Juan Carlos Asensio.

El pasado sábado la agrupación nos visitó desnuda de voces por lo que toda la concepción del concierto fue diferente. Hubo más música profana que religiosa en el programa: diferencias (término utilizado en la España renacentista para las variaciones), ensaladas, danzas y tientos, alternados con pasajes religiosos. La puesta en se basó en tres aspectos. El primero estuvo marcado por las procesiones de entrada y salida: solemnes, pausadas y elegantes. El segundo fue la colocación, en el crucero derecho y justo delante del arco de Jamete, con una bellísima proyección sonora. Todo el concierto se desarrolló ahí, salvo la pieza “El canto del caballero” de Antonio de Cabezón, que fue magistralmente interpretada por Javier Artigas desde el órgano de la Epístola. El tercero fue la apuesta pedagógica. La explicación histórica y estética del cornetista Paco Rubio no sólo estuvo certera sino que creó un ambiente distendido entre tanta concentración expresiva.

En lo puramente musical, el trabajo de todos ellos no defraudó. Toda la concepción de los doscientos años de música que abarcó el concierto sonó con un gran conocimiento de estilo. No fueron parcos en ornamentaciones y proyectaron un sonido unido entre los penetrantes bajón y chirimía, la luminosa corneta o el poderoso sacabuche. El órgano era a veces un solista dulcificador y otras un empastador de texturas. Están tan conjuntados que lo muestran en cada recital. Consiguieron trasportarnos a otro tiempo de nuestra Catedral de Santa María y San Julián.

Una pregunta incómoda.

Después de la nueva experiencia de este ciclo, en el que ya entramos mediatizados por la belleza del entorno y la temperatura ideal del templo durante estas fechas, me hice otra vez una pregunta que me ronda la cabeza desde hace algunos meses. Es curioso que en nuestra ciudad el mundo cultural tras el confinamiento ha regresado gracias al empecinamiento y buen hacer de iniciativas privadas o instituciones no públicas: Estival Cuenca, Música en la Catedral y Odeón Multicines (además de otras que desconozco) ¿Por qué el Teatro Auditorio no ha desarrollado una programación más humilde y que se pueda llevar a cabo con medidas de distanciamiento físico? Obviamente no pueden ser espectáculos largos ni caros, pero sí que den sentido a esta industria que nuestra ciudad necesita como el comer. Espero que la situación se reconduzca y podamos disfrutar de un otoño cultural en todos los escenarios posibles.