Los más pequeños se divierten conociendo las leyendas conquenses

Más de un centenar de familias participan en la representación de la leyenda de la Cruz de los Descalzos

Miguel Delgado

Los más pequeños de Cuenca han sido los protagonistas de una de las celebraciones programadas con motivo de la celebración de Todos los Santos en la capital. En concreto, Ayuntamiento de Cuenca ha desarrollado en el Casco Histórico una actividad dirigida a las generaciones más jóvenes con el objetivo de difundir una de las leyendas más conocidas de la propia ciudad: la de la Cruz de los Descalzos.

Más de un centenar de padres y madres han acompañado a sus hijos hasta la Plaza Mayor, donde tuvo lugar el inicio de la representación a cargo de Engatos Teatro, que consiguió cautivar la atención de todos los allí presentes. Entre los más jóvenes, muchos han asistido disfrazados con motivos de la celebración que enmarca a esta actividad, la de Halloween.

Acompañado por un séquito de actores, el grupo de asistentes fueron acompañados a golpe de tambor templado hasta la propia Cruz de los Descalzos, situada en la Bajada de las Angustias. Allí, la música, la luz y la magia del teatro hicieron las delicias de los presentes. La lluvia intermitente, presente durante la tarde de este lunes en la capital, no impidió el normal desarrollo de esta actividad cultural.

La leyenda

El origen de la leyenda de la Cruz de los Descalzos hunde sus raíces en el siglo XVIII, cuando una joven y bella mujer llegó a la ciudad, su nombre era Diana. Entre sus admiradores se encontraba Diego, un personaje relacionado con la fiesta y su labor de cortejo a las mujeres, quien trató de atraer la atención de la joven sin mucho éxito.

Según se cuenta, en la víspera de la celebración de Todos los Santos, los más jóvenes se solían divertir en las antiguas tabernas situadas en el Casco Histórico. Poco a poco, y ya entrada la madrugada, la celebración se fue apagando y Diana propuso a Diego pasear hasta la ermita de la Virgen de las Angustias.

La lluvia sorprendió a ambos y el joven cubrió a Diana para evitar que se manchase el vestido. Sin embargo, al hacerlo, comprobó amedrentado que sus pies se convirtieron en pezuñas de cabra y en sus piernas comenzó a nacer una ingente cantidad de pelo. Diana, resultó ser el mismo demonio disfrazado.

Rápidamente, el jóven corrió hacia la cruz de piedra situada en el atrio del convento de los Descalzos, se abrazó a ella y pidió la ayuda divina. Al instante, el demonio desapareció y no quedó rastro de Diegan. Como muestra de lo acontecido, la huella de la mano de Diego aún sigue grabada en la propia piedra de la Cruz de los Descalzos.

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