La floristería Las Camelias cierra tras 48 años: «Es una alegría haber formado parte de tantas vidas»

María Luz Armero cierra la floristería "Las Camelias" tras 48 años creando arte floral para Cuenca

La tierra ríe en flores, que son un canto a la esperanza, a la vida y a la belleza. María Luz Armero cierra este miércoles la floristería «Las Camelias», que lleva celebrando ese brutal sublime de la naturaleza desde 1975. En cada momento importante en la vida de los conquenses Las Camelias han puesto su toque de gracia, ofreciendo consuelo y respeto en los momentos de pérdida, celebrando la vida y la unión con la llegada de nuevos miembros a las familias o con la unión de dos personas que se quieren y embelleciendo los salones en los días especiales, las navidades o un día cualquiera en el que una flor inesperada alegraba la vida a otro.

En el caso de la familia Armero, las flores comenzaron como un acto de resiliencia y valentía, cuando Leonor Patiño, la madre de María Luz, actual propietaria del negocio familiar, se lanzó en esta aventura que cierra sus puertas 48 años después. Con 52 años Patiño quedó viuda tras la muerte repentina de su marido y con cinco hijos a su cargo. María Luz, que define a su madre como «una mujer de armas tomar» decidió que tenía que emprender porque «ya que íbamos a notar que nuestro padre no estaba con nosotros, no quería que su muerte tuviera un impacto económico también en la familia». Aunque entonces «muchos le dijeron que un negocio de flores no procedía en una ciudad como Cuenca y que era mejor que montase una mercería o una librería», su madre decidió dar un paso adelante y emprender en lo que, hasta el momento, había sido una pasión. En aquellos inicios la florista recuerda que «tuvimos mucha suerte de tener amistad con una persona que era muy entendida en flores y ayudó a mi madre a saber más sobre este mundo», aunque «ella aprendió a base de trabajar».

Desde los 13 años, María Luz estuvo entre pétalos de todas las clases, pues pasaba las tardes ayudando a su madre en la floristería. El mundo del arte floral la cautivó rápidamente y antes de hacer bachillerato «le dije a mi madre que yo me quería quedar con ella a trabajar en la tienda y que quería dejar de estudiar». Aunque los planes de Leonor Patiño eran muy diferentes en aquella época, pues Armero señala que repetía «cuando mis hijos sean mayores cerraré el negocio». Ante la noticia, «mi madre, que era una mujer con mucha visión, me dijo que tenía que acabar por lo menos el bachillerato para tener una base y luego podía quedarme con ella». La florista comenta que «me saqué mi bachillerato, no con unas notas brillantes pero sin suspender» y una vez le tocaba examinarse de selectividad le anunció a su progenitora que «no iba a hacer la selectividad, porque no me hacía falta para vender flores y ya tenía la base que me había pedido».

María Luz Armero comenzó su andadura en la que ahora es su tienda como chica para todo «lo mismo fregaba que iba a repartir, atendía o hacía los arreglos florales». Desde entonces y gracias al apoyo incondicional de su madre «me formé y me fui a hacer cursos para mejorar mi técnica y entender mejor el negocio mientras trabajaba en él».

Aunque el impacto del negocio ha sido innegable en toda la provincia, si quizá será más recordado por algo será por la Semana Santa. María Luz señala que «hemos tenido la suerte de que no nos hemos tenido que meter en esta tradición porque siempre hemos estado muy vinculados a ella y a la Iglesia». En este aspecto Armero comenta que «ha sido un privilegio que hayan sido las hermandades quienes han confiado en nosotros y han venido a encargar sus adornos florales a Las Camelias». La florista apunta que «es curioso que la tienda abriera un Sábado de Pasión y cierre después de Semana Santa con lo vinculados que hemos estado y estamos a ella».

A lo largo de estos años, María Luz señala que «hemos vivido momentos muy especiales y hemos visto crecer a muchas familias, desde que eran novios y venían a encargarnos flores, luego hacerles la boda, enviarles flores por el bautizo de sus hijos, hacerles la comunión y luego la boda a sus hijos». Guarda con especial cariño un día que dos niños acudieron a la tienda en busca de un detalle para su madre «y rompieron la hucha en el mostrador». Leonor Patiño entonces regentaba la tienda y «aunque los niños traían 200 pesetas nos dijo que les hiciéramos el ramo más grande porque valoraban lo que costaba un detalle así».

A pesar de que ha vivido momentos muy bonitos al frente de su negocio, la florista comenta que «también me habré equivocado aunque nunca con intención». Ha habido ocasiones en las que mantener la floristería abierta ha sido una lucha titánica, «fue muy duro cuando me enfrenté al cáncer que padecí, y cuando al poco contraje el Covid, en 2020 tuvimos que cerrar por primera vez en los Santos y ver mi floristería cerrada en esa época por primera vez fue muy difícil», refiere. Haciendo balance María Luz concluye que «este negocio para mi ha sido una terapia en todos los sentidos, fíjate que yo era muy tímida y gracias a mi floristería me he abierto y he podido mostrarme a la gente tal y como soy».

Con el anuncio de la jubilación de Armero y el cierre de la floristería han sido numerosas las muestras de cariño que han llegado a la florista que señala «nunca he sido consciente del impacto real que ha tenido mi negocio, de cómo hemos estado al lado de tanta gente en tantos momentos, me jubilo con pena y nostalgia pero llena de alegría por haber formado parte de tantas vidas». Desde hoy queda un hueco en el corazón de muchos conquenses que, como comenta María Luz, han sentido Las Camelias «como si fuera el salón de mi casa» porque han compartido tiempo y cariño con la familia Patiño-Armero que, generación tras generación se han criado entre pétalos y recuerdos.