Del cartel roto al toro eterno: Fernando Adrián hace historia

Fernando Adrián indulta a Batidero en una tarde de ensueño que, contra todo pronóstico, superó la ausencia de las figuras y elevó la Feria de San Julián a un estatus de privilegio.

Jesús Domínguez

La tarde, más que de toros, prometía ser un funeral. Las ausencias de las dos figuras que lideran el escalafón habían dejado el cartel de Cuenca huérfano, vestido de luto. Y sin embargo, la afición, con su fe inquebrantable, acudió al entierro con un entusiasmo tan desbordado que casi se colgó el cartel de “no hay billetes”, y retrasó el inicio del festejo entre cinco y diez minutos. Un contrasentido de la fiesta que siempre nos recuerda, con su goteo constante de aficionados, que el toreo es algo más que una lista de nombres.

Daniel Luque, sobrio de nazareno y oro, no parecía perdonar la tarde. Fernando Adrián, luminoso de espuma de mar y plata, irradiaba una luz de esperanza. Y Pablo Aguado, elegante y torero, parecía dispuesto a bordar cada pase con una precisión de cirujano. Los tres, como herederos de una dinastía, se encontraron con un cartel que se había desdibujado, pero que a la vez, se percibía con la esperanza de una tarde de ensueño.

Luque: arte silenciado

El primero no dio opciones: lesionado tras el puyazo de la suerte de varas, era inválido. El público, con razón, exigió su sustitución. Sin entrega en la muleta, Daniel Luque se limitó a abreviar, culminando con una estocada certera. Pitido para el toro y el palco, reconocimiento discreto para el torero.

Adrián, la chispa que encendió la tarde

Si el primero fue una tragedia, el segundo de la tarde fue un milagro. Fernando Adrián, luminoso y determinado, supo ver su oportunidad en una tarde que prometía ser gris. De rodillas, comenzó una faena vibrante que fue crepitando, llena de ligazón y disposición. Un toreo corredizo en la muleta, con temple y gusto. Adrián se entregó a la estética y el público, en un clamor, lo acompañó con aplausos que fueron subiendo de tono. Al final de la faena el toro se rajó algo, pero el torero se había ganado el corazón de la plaza con su entrega. Mató de una gran estocada que le valió para cortar dos orejas. La segunda, para el gusto de un crítico exigente, pudo haber sobrado.

Aguado, la inteligencia al servicio de la caricia

El tercero de Pablo Aguado fue un acto de inteligencia. El toro, con un desorden y una falta de ritmo evidentes, se encontró con un torero que supo dominar la situación. Aguado, elegante y torero, lo supo templar con dos verónicas soberbias por el pitón izquierdo. Y aunque las tandas flaquearon al final, el trasteo compuesto y emotivo solo necesitó una estocada certera para merecer, al menos, una oreja. Un premio que, en otras condiciones, le hubiera lucido más en el ruedo.

Luque, pulso de hierro y dominio absoluto

Con su segundo toro, Daniel Luque demostró su inteligencia y oficio. El toro, manso y desordenado, se encontró con un torero que supo darle la espalda, con temple amplio, llenando siempre de dentro hacia afuera. La faena fue un dominio absoluto, con un arrimón incluido que demostró que el sevillano no solo tiene arte, sino también una gran valentía. Su estocada, contundente y certera, le valió para cortar dos orejas. De nuevo potencialmente excesivo trofeo en una plaza de categoría superior

Adrián y “Batidero”: la eternidad hecha toro

Si la tarde había tenido milagros, lo que pasó con el quinto fue algo más grande. Batidero, un toro de 541 kg, extraordinario, hizo su entrada en el ruedo. Faena vibrante, de entrega total, de toreo fundamental. Adrián se entregó a él con auténtica devoción, y el toro, a su vez, le respondió con un toreo puro y hondo. El público, en una conexión mágica, lo entendió. Pañuelos blancos y, de pronto, el pañuelo naranja del histórico indulto. Batidero, un toro que se convirtió en la eternidad misma, se marchó de la plaza con dos orejas y un rabo simbólico. Una vuelta al ruedo que se escribe en los anales.

Aguado, la caricia final

Pablo Aguado recogió la efervescencia de la tarde con una faena serena, íntima, mágica. El toreo, sereno y profundo. El tiempo se detuvo con sus tandas lentas, con un trincherazo inmaculado y pasajes enroscados que parecían detener el tiempo. Una caricia en la muleta que fue reconocida con dos orejas, dando por concluida una gran tarde de toros.

De un cartel desdibujado brotó una tarde para el recuerdo:

Daniel Luque, con inteligencia y oficio, cortó dos orejas. Fernando Adrián, con entrega radical, indultó a Batidero y firmó cuatro orejas y un rabo simbólico. Pablo Aguado, con toreo sereno y profundo, cortó dos orejas.


Ficha del Festejo

PLAZA DE TOROS DE CUENCA. Martes, 26 de agosto de 2025. Casi no hay billetes, 90 % de la plaza

GANADERÍAS:

  • Cribatillo (478 kg, Colorado ojo perdiz): Luque. Sin trofeo.
  • Calé (479 kg, Castaño): Adrián. Dos orejas.
  • Idéntico (479 kg, Castaño): Aguado. Sin trofeo.
  • Imaginado (526 kg, Negro mulato): Luque. Dos orejas.
  • Batidero (541 kg, Colorado ojo perdiz): Adrián. Indulto y dos orejas simbólicas.
  • Pocosol (506 kg, Castaño): Aguado. Dos orejas.
  •  

ESPADAS:

  • Daniel Luque, con inteligencia y oficio, cortó dos orejas.
  • Fernando Adrián, con entrega radical, indultó a Batidero y firmó cuatro orejas y un rabo simbólico.
  • Pablo Aguado, con toreo sereno y profundo, cortó dos orejas.

OTROS DATOS:

  • Trajes:
    • Daniel Luque: Nazareno y Oro,
    • Fernando Adrián: espuma de mar y plata,
    •  Pablo Aguado: Lila y Oro