Fallece Carlos Saura, el maestro del cine vinculado a Cuenca desde sus inicios

Este sábado estaba previsto que recibiera el Goya de Honor 2023. Rodó en Cuenca y provincia en varias ocasiones, la primera de ellas para el documental 'Cuenca', en 1957 pero también en 1967 para grabar la película ‘Peppermint Frappé’

Carlos Saura ha fallecido este viernes a los 91 años, un día antes de que estuviera previsto que recogiera el Goya de Honor 2023 que le había otorgado la Academia del Cine. Se trataba de uno de los reconocimientos más prestigiosos de la Cultura de nuestro país para uno de los cineastas que situó a Cuenca y su provincia en el mapa cinematográfico. Uno de sus primeros trabajos fue ‘Cuenca’, un documental de 40 minutos que dirigió en el año 1958 y que en su reparto se encuentra uno de los actores más reconocidos del panorama nacional, Paco Rabal.

‘Cuenca’ fue rodada entre el mes de mayo de 1957 y mayo de 1958, se trata de un mediometraje documental que fue encargado por el Ayuntamiento de Cuenca. En el trabajo se muestra una honesta y sincera fotografía de las tierras conquenses y de sus gentes. Sin artificios ni imposturas, con sentimiento y autenticidad.

El vínculo del cineasta con la tierra conquense continúo en el tiempo y en el año 1967 volvió a rodar en Cuenca. En esta ocasión la película Peppermint Frappé, donde aparece reflejada los principales monumentos de la ciudad, calles céntricas de la ciudad conquense y sus tradiciones. Además, fue ganadora de un Oso de Plata a la mejor dirección en el año 1968 durante la celebración del Festival de Berlín.

Cineasta, escritor, fotógrafo, dibujante, director de escena y amante de los musicales, Carlos Saura, un aventurero al que le gustaba el riesgo y predicaba con el ejemplo cuando decía que los artistas siempre tienen que seguir hacia delante, iba a recibir este premio honorífico este sábado 11 de febrero en el Palacio de Congresos y Exposiciones FIBES de Sevilla.

«He tenido suerte en la vida haciendo aquello que más me atraía: he dirigido cine, teatro, ópera y he dibujado, fotografiado y pintado toda mi vida, y espero seguir haciéndolo. Recibo con mucha alegría y agradecimiento este galardón que me otorga la Academia, a la que también quiero agradecer la gran labor que hace promoviendo y protegiendo nuestro cine y nuestra cultura, que es de las cosas más importantes que tenemos», manifestaba el veterano director y guionista oscense en la carta que leyó su hija Anna Saura, acompañada por su hermano, el productor Antonio Saura.

La Academia decidía reconocer al que es uno de los realizadores más destacados del cine español en las seis últimas décadas «por su extensa y personalísima aportación creativa a la historia del cine español desde fines de los años 50 hasta hoy mismo».

Sin parar de trabajar –su documental Las paredes hablan se presentó en la 70 edición del Festival de San Sebastián y en estos momentos estaba ensayando un obra de teatro–, este incansable creador mantenía una gran curiosidad. Artista total que ha cosechado los más altos reconocimientos internacionales y nacionales –consiguió el Goya a Mejor Dirección y Mejor Guion Adaptado por ¡Ay, Carmela! y la Medalla de Oro de la Academia en el año 1992–, el autor de Los golfos, La caza, Peppermint Frappé, Ana y los lobos, La prima Angélica, Mamá cumple cien años, Deprisa, deprisa, Carmen, Flamenco, flamenco, Sevillanas, El séptimo día, Io Don Giovanni y Goya en Burdeos, entre tantas otras, era contrario a etiquetar su cine y se considera un privilegiado por haber firmado más de 50 filmes y haber tenido repercusión mundial. Lo suyo era un cine de cámara, de pocos personajes y lugares, aunque en ocasiones ha hecho producciones más grandes como El Dorado.

Elías Querejeta, Emiliano Piedra, Andrés Vicente Gómez, entre otros reconocidos productores, han respaldado las historias de este veterano profesional, que fue yerno de Charles Chaplin, amigo y colaborador de Luis Buñuel, y que ha trabajado con grandes nombres no solo del mundo del cine, también de la ópera –Daniel Barenboim y Zubin Mehta–, del flamenco –Paco de Lucía y Camarón– y de la fotografía –Vittorio Storaro–.

Con una filmografía que forma parte del patrimonio cultural de nuestro tiempo, este amante del flamenco que abrió un camino a los documentos musicales tenía en Buñuel, Bergman y Fellini a sus máximas influencias «porque los tres trabajan con la imaginación», ha declarado el que dirigió la segunda película más premiada en la historia de los Premios Goya, ¡Ay, Carmela!.

El maestro aragonés no creía en los géneros. Según sus palabras, había filmado tres tipos de películas: «La primera sería un cine con los pies en la tierra, con una realidad concreta como Los golfos, La caza, Deprisa, deprisa; otras más creativas como La prima Angélica, y luego el más musical». A la lista añade una cuarta. «Me han preocupado muchos artistas que me han influido en mi vida, como Goya, autores de literatura española, y que son una especie de ensayos personales”, subrayó el hombre en cuyos rodajes hay garantía de serenidad y tranquilidad.