Las Concepcionistas, seis días después del incendio: «Estamos abrumadas por el cariño de todo el mundo»

Las hermanas concepcionistas Inmaculada Fernández y Margarita Patiño relatan cómo vivieron los segundos en los que la iglesia se llenó de humo y cómo organizaron la evacuación

Las hermanas de la Concepción Franciscana residentes en la iglesia de la Puerta de Valencia que sufrió un ataque incendiario el pasado viernes han expresado su agradecimiento a la ciudad de Cuenca por su reacción y las muestras de cariño que han recibido estos días.

Las hermanas concepcionistas Inmaculada Fernández y Margarita Patiño han abierto las puertas del convento a este periódico y han concedido una entrevista en la que han subrayado su agradecimiento a toda la ciudadanía, a las instituciones públicas, a los bomberos y a las hermandades de la Semana Santa y Junta de Cofradías. «Estamos abrumadas del cariño y el apoyo que nos ha dado todo el mundo», sentencian.

«Sólo podemos agradecer, agradecer, agradecer y agradecer cómo ha reaccionado la gente con nosotras. Con mayúsculas y con un montón de admiraciones», resalta Fernández, que ejerce de abadesa del monasterio. «Hemos recibido más visitas que de costumbre, mucha gente ha venido a vernos y los dos teléfonos que tenemos no han parado de sonar».

Margarita Patiño resalta que recibieron «cerca de 400 whatsapp distintos esa misma tarde», porque la gente se iba pasando su número para enviarles muestras de ánimo. «Y eso sin contar los que indirectamente, a través de conocidos, se han interesado por nosotras. Eso es muy emocionante y es para agradecer».

«En el momento del incendio no lloramos, pero luego algunos testimonios que nos han llegado sí que nos han hecho llorar. Hemos sentido cómo la ciudad estaba conmocionada con el suceso. Y te preguntas, ¿por qué nosotras, si no merecemos tanto? Hay mucha gente que no nos conoce personalmente y que se ha interesado por nosotras. Notas el cariño que la gente tiene a este conventillo que lleva aquí más de cinco siglos ya», apostilla Fernández.

Una solidaridad que «llama más la atención porque no tenemos una labor social», declara Patiño, «sino que es más callada compartiendo nuestro culto». El taller de encuadernación y las labores de costura son las dos principales actividades que ejercen en el monasterio, más allá de las religiosas. «Nos han ofrecido ayuda económica, pero creemos que en conciencia no debemos pedir dinero sabiendo cómo está la situación con familias que no llegan a fin de mes y hasta el cuello. Ha habido gente que ha traído dinero para productos de limpieza y estamos agradecidísimas», indica Fernández. Por su parte, Patiño se muestra conmovida por cómo «hay gente que aún con poco viene y te ofrece de lo que tiene. Viejecillas que se han ofrecido a echar una mano en la limpieza aunque estén mal físicamente».  

Vivieron el incendio con tranquilidad

Ambas han rememorado cómo reaccionaron al enterarse del incendio. «Actuamos con mucha calma, no nos dieron ataques de histeria ni gritamos. Nos repartimos labores para ponernos a salvo todas y las hicimos con tranquilidad», señala Patiño, que subraya que los bomberos les felicitaron diciéndoles que «parecía que hubieran realizado un simulacro el día anterior». «Nosotras es que estamos en otra onda», bromea.

En el convento son trece hermanas y en ese momento estaban diez en la iglesia, porque hay dos impedidas y no pueden seguir los actos de comunidad y la mayor, que tiene 94 años, estaba preparando en ese momento el desayuno. «La serenidad la recuperamos el mismo día cuando vimos que estábamos todas bien, que no había pasado nada y que las personas que había en la iglesia estaban bien», recalca Fernández.

Inmaculada Fernández recuerda en este punto que tuvieron «tranquilidad desde ese momento» porque se sabían «en las manos de Dios. Nos libró de esa y podíamos haber salido maltrechas porque si echa la gasolina un poco más dentro… los mismos bomberos nos dijeron que no nos habría dado tiempo a salir».

Como muestra de la serenidad con la que afrontaron la emergencia, Fernández detalla que «ni siquiera tuvimos la expresión del sentimiento que hubiera sido llorar en ese momento. Y las mayores tampoco. Cuando fui a decirle a la más mayor que tenía que salir, se levantó con total naturalidad, se cogió del brazo y sin hacer ningún drama dijo: ‘Vamos'».

Según recuerdan, el humo inundó la iglesia «en cuestión de segundos». Patiño rememora que trataron de acercarse a quitar los bancos de madera más cercanos pero ya no pudieron porque se ahogaban con el humo.

Esperan que la iglesia se reabra «cuanto antes»

El incendio ha cambiado por completo sus vidas, que giran en torno a su iglesia y sus celebraciones litúrgicas. Ahora reciben la Eucaristía en la biblioteca pero les gustaría que el tempo se abriera «cuanto antes» porque «no es lo mismo. Nosotras somos mujeres creyentes y necesitamos que la comunidad cristiana nos acompañe todos los días, nos gusta compartir nuestra fe con gente de fuera». «No nos importaría abrir el convento a todo el mundo, pero la biblioteca es pequeña», lamenta Fernández.

También comentan cómo se emocionaron el pasado sábado, cuando en el Centenario de la Jesús Orando en el Huerto (de San Esteban) giraron las imágenes hacia el tempo. «Fue un momento muy emotivo y se lo agradecemos a la hermandad», indican.

«Hemos rezado mucho por el detenido»

Preguntada por la situación respecto al detenido por el incendio, Inmaculada Fernández ha aseverado que han rezado mucho por él. «Por lo visto dijo que quería matar a las monjas y puede enfrentarse a penas de cárcel. Nosotras creemos que la cárcel no es el lugar donde debería estar, tendría que estar tratado en un centro sanitario». En este punto, ha desvelado que incluso no querían presentar denuncia, pero les persuadieron para que lo hicieran.