Cánticos bizantinos y una Virgen Dormida: otra forma de celebrar la Asunción en las Carmelitas de Cuenca

Las hermanas de la orden interpretan un canto bizantino para venerar a la figura mariana que representa a la Virgen antes de su Asunción

Cada agosto en el silencio del convento de las Carmelitas Descalzas, un sueño vuelve a hacerse visible. Un sueño tejido entre la fe, el recuerdo y la devoción que despierta y se materializa del mundo onírico en la imagen de la Virgen Dormida reposando en paz antes de su Asunción. Los días 14 y 15 la brisa estival de agosto acaricia los cánticos bizantinos y lleva el aroma del incienso con la bendición mariana por toda la ciudad.

La historia de la veneración se pierde en las arenas del tiempo. La Madre María Elena, perteneciente a esta orden, recuerda que las raíces de esta tradición se remontan a antes de la Guerra Civil, ya entonces las hermanas que se encontraban en el antiguo convento de la orden exponían la imagen de la Virgen Dormida. Al principio, según cuenta la Madre, la exponían en el coro de las monjas, aunque más tarde la trasladaron a la iglesia, en la capilla de Santa Teresa. La religiosa afirma que las antiguas madres les contaban que a la gente le gustaba más cuando la ponían en clausura, tras las rejas, «porque se percibía más el misterio».

Con el traslado al nuevo convento en 1982, situado en el Camino de Nohales s/n, las hermanas decidieron continuar con esta tradición porque la devoción a la imagen mariana seguía latiendo en el recuerdo de los conquenses. La Madre Elena señala como algunas personas acudían al convento y preguntaban por la Virgen Dormida, que se encontraba situada en una ermita de este priorato a la que las hermanas acudían cada 15 de agosto.

Con el objetivo de compartir con todos los hermanos la fe a través de esta advocación, las Carmelitas Descalzas tomaron la decisión de trasladar la imagen al propio convento. Este traslado también contribuyó a la conservación de la talla pues, según asegura la Madre, «en la ermita entraban bichos y la Virgen se estaba comenzando a deteriorar». En el año 2008 la devoción de la Virgen Dormida volvió a hacerse pública para todos los fieles de Cuenca.

Imagen más antigua de la Virgen de la Asunción dormida que conservan en el convento de Cuenca. FOTO: Carmelitas Descalzas de Cuenca
Una liturgia con cánticos históricos

En el transcurso de la liturgia que se lleva a cabo este jueves, 14 de agosto, las Carmelitas Descalzas entonan un cántico universal de origen bizantino conocido como `Akathistos´. Según explica la Madre Elena, esta palabra significa literalmente «de pie» porque la partitura se entona de este modo, con toda reverencia, tal y como se hace con el Evangelio, ya que ha brotado de su entraña para la liturgia.

En el `Akathistos´ se hace un repaso de toda la historia de la salvación, «de cómo Dios va preparando a su madre y cómo le enriquece de todos los dones posibles que se puede enriquecer a una criatura», apunta la Madre. De este modo en las estrofas se alternan escenas de la Virgen María y temas cristológicos, unas se cierran aclamando al Señor y otras aclamando a su Madre.

Aunque el autor es desconocido, la hermana señala que se trata de un himno «con clara inspiración del Espíritu Santo», porque apunta que en una composición de esta índole «una persona normal necesita de la inspiración de Dios» para que ocurra.

Tiene dos partes: la primera va narrando desde la Anunciación hasta el encuentro con Simeón en el templo; la segunda repasa los artículos fundamentales de la fe referidos a María con imágenes bellísimas, todo basado en la Palabra de Dios y en los padres orientales de los siglos IV y V.

La partitura es una incorporación relativamente reciente a la veneración de la Virgen Dormida. Fue la propia Madre Elena quien encontró esta pieza, perdida en los archivos del convento. Aunque no conservan la composición tal y como se interpreta en la liturgia bizantina, las Carmelitas Descalzas cuentan con una versión adaptada a la liturgia occidental latina que, según la Madre Elena, “tiene un signo especial” y permite transmitir con fidelidad la esencia del `Akathistos´. Además, la pieza combina el canto con partes narradas, que en ambos casos interpretan las hermanas.

Este canto litúrgico se ha mantenido durante años en la intimidad monástica del convento, salvo una ocasión en la que fue interpretado por el Coro Alonso Lobo. El año pasado, las hermanas decidieron interpretarlo ellas mismas y compartirlo con los devotos que quisieran acercarse a venerar a la Virgen Dormida. La respuesta, aunque modesta, les sorprendió. La Madre Elena comenta que un pequeño grupo de personas permaneció hasta el final, disfrutando de una melodía que hasta entonces había permanecido en la esfera más privada de la comunidad, algo que recibieron con una «gran alegría».

Imagen de la Virgen de la Asunción dormida tal y como la preparaban en el convento antiguo. FOTO: Carmelitas Descalzas de Cuenca

Este año, siguiendo la tradición, el jueves 14 a las 19:30 horas comenzará la veneración de la Virgen Dormida con el canto de la Salve, las Vísperas y el `Akathistos´, y el templo permanecerá abierto para visitar a la imagen mariana hasta las 21:00 horas. El viernes 15 se abrirá el convento a las 10:00 horas, con la celebración de la Solemne Misa, pudiendo visitar a la Virgen hasta las 14:00 horas. El horario de tarde será de 17:00 a 20:00 horas.

La Madre Elena invita a todo aquel que lo desee a compartir la devoción y señala que la veneración «no tiene edad». Jóvenes, ancianos, adultos y niños son bienvenidos a compartir un momento de fe en comunidad. Del mismo modo, la hermana abre las puertas para que si alguien lo desea pueda colaborar en esta tradición en años venideros.

La Madre Elena apunta que no les importaría «si alguien viniera y quisiera participar», pero pide que quien guste de formar parte de esta celebración «lo comunique con antelación» para organizarlo y alabar al Señor de un modo «más digno y más solemne» si cabe.

Para la Madre Elena, abrir las puertas del convento en estas fechas va mucho más allá de un evento litúrgico. Es una oportunidad para que todos descubran «la riqueza de la Fe» y la vivan unidos, sin protagonismos, como un bien común que se comparte entre hermanos. «Esta Fe que se nos ha regalado es nuestro mayor tesoro», resume con una sencillez que encierra siglos de tradición y oración.